martes, 23 de marzo de 2010

¿Recuerdas?

- ¿Recuerdas cómo nos conocimos? - me preguntó.

La miré con los ojos afilados, y una sonrisa cómplice de mis labios. Lo recordaba perfectamente. Ella había sido la que había conseguido cambiar mi vida. Aquella misma noche, la que nos conocimos, yo me iba a Australia. Había decicido dejar todo, no sin antes haberlo sometido a un gran estudio. Mi trabajo, ese que me había costado tanto conseguir, y con el que tanto disfrutaba. Mi familia, que se mantuvo en una linea dura, hasta que por fin entendieron que debía de hacerlo. Mis amigos; pocos me quedaban que se pudiesen llamar así, y los que eran más allegados, ya se habían marchado de Madrid, esa maldita pero insustituible cuidad. Y mi novia, que fue la que más lo sufrió. Yo no estaba enamorado de ella. Tiempo después comprendí por qué uno se puede enamorar o no; primero hay que quererse a uno mismo.

Aquella noche mis pocos amigos que quedaban aquí me hicieron una fiesta de despedida. Desde siempre me había imaginado ese momento, y por fin estaba llegando. Sobre las 2 de la mañana salimos de casa, y nos dirigimos a un bar a seguir reunidos. Yo no era muy de bares, pero aquella noche sentía la necesidad de vivir aquello con mis amigos, pues iba  a estar lejos de ellos en pocas horas. Nada más entrar por la puerta, la vi. Hacía tan sólo dos meses que había dejado a mi novia y había  montado todo este embrollo para largarme de aquí, y me parecía una buena idea dejar Madrid con buen sabor de boca.

- Hola... - ella me miró entre curiosa y alerta. Supuse que estaba harta de que le entraran los tíos, cosa que más tarde me confirmó.

- Mira...te sonará estúpido lo que te voy a decir, incluso un poco prepotente, pero...mañana me voy a Australia, - Ella seguía mirándome con cara extraña, pero yo era algo que tenía que hacer.

- Y bueno, la verdad es que me gustaría irme con un gran recuerdo, que alguien me dejara una sonrisa permanente en mi vuelo hasta allí, y me estaba preguntando, si no te importaría, si te gustaría ser esa persona que me pusiera esa sonrisa esta noche, que me apretara el corazón por ultima vez en Madrid, y que me dijera que todo es posible, que la felicidad te la encuentras cuando menos te la esperas...

Ella sonrió, entre sorprendida y halagada, y pensando que me estaba burlando de ella. Me cogió directamente y me dio un beso. Me quedé tan sorprendido que me tuve que separar de ella por el ataque de risa que me entró, y ella se quedo más perpleja aún. Entonces, mi risa cesó, la miré fijamente, y fui yo el que la besó.

- Claro que lo recuerdo, pequeña, no podría olvidarlo - le dije mirándola suavemente.
- No me creo que estemos en el aeropuerto, tanto tiempo después, con destino a allí de donde volviste a por mí, sin ni siquiera saber mi nombre... - añadió ella.

Apreté suavemente su mano, y no pude evitar una fugaz lágrima en mi ojo derecho...