sábado, 25 de julio de 2009


Cuando me dijeron que ibas a volver pensé que tenía que ser mentira. No me lo creía, simplemente. No podía ser que después de tanto tiempo fuera, después de todo lo que te costó conseguir arrancar tus raíces y largarte, fueras a volver. Te me antojabas una estrella a la que seguir, una estrella a la que mirar, de lejos, sin poder tocarte. Tan sólo mirándote en lo alto, guiándonos a todos hacia nuestros caminos. Eras la voz de nuestra conciencia, el aliento en esos momentos donde todo se nos había nublado, y necesitábamos de una guía en el camino. Allí estabas tú.

Fui a verte al aeropuerto, pero no para que tú me vieses, sino para verte yo. Escuché como daban por los altavoces la llegada de tu vuelo por la puerta número dos, y me fui hacia la sala de espera de aquella puerta. Había gente por todos lados. Pude distinguir a algunos amigos y amigas tuya, con pancartas de bienvenida. Tus padres también estaban allí. Me camuflé detrás de unas plantas artificiales, esperando para ver tu amable cara. No tardaste mucho en aparecer. Sonreías, mientras arrastrabas una bolsa con ruedas y portabas una mochila enorme, tan grande como aquellos viajes que hacíamos juntos, tan pesada como eran las nuestras entonces recorriendo el Pirineo, o los Alpes. Lejos, en la memoria, quedaban aquellos días, a pesar de que si cerraba los ojos podía sentir que aún estábamos allí, los dos juntos, felices, para siempre. Sé que nunca olvidarías aquellos interminables días. Eran nuestros universos infinitos.

Abrazaste a tus padres, y todos tus amigos, uno por uno, te iban dando la bienvenida. Pero había algo en ti que no para quieto. Tus ojos, como si fuesen dos radares, observaban por todas partes, oteando, buscando algo que no encontrabas. Sentí un latido más fuerte en mi corazón, y me escondí mejor. No pudiste localizarme, aunque ahora ya sé que lo estabas haciendo.

Saliste del aeropuerto casi sin darte cuenta, y del mismo modo te subiste en el coche de tus padres. Siempre fui un paparazzi con talento, y me dispuse a seguirte, pues era casi imposible que me reconocieras, aunque tu mirada seguía buscándome una y otra vez. De haberlo sabido... Llegué a tu casa antes que vosotros, y trepé por aquel árbol donde me enseñaste a amar, hasta nuestra rama, nuestro rincón por encima del Mundo. Al rato apareciste por la ventana, cansada, con la mirada perdida. Estabas de nuevo en Madrid, y eso para ti suponía un fracaso sobre tu plan de sobrevivir lejos de lo que siempre habías conocido. O eso creía yo. Estuve observándote cerca de dos horas, un tiempo que se me pasó volando. Cuando bajé de nuestra rama, era ya de noche, y no pude ver la ramita que había crecido, después de tanto tiempo, justo enfrente de mi cabeza. Sonó un "crack", y se rompió. Me quedé en silencio, mordiéndome los labios, aguantando el dolor, y sintiendo correr la sangre a borbotones por la frente y la nariz, hasta quedarse colgando en la barbilla, y deslizarse hacia el suelo. Entonces, me viste.

El resto, ya lo sabes, me dejó perplejo. Saltaste desde tu ventana hasta el árbol con un botiquín. Tú siempre llevabas botiquín, y yo casi nunca. Confiaba en la suerte de mi vida, pero cuando tú te fuiste, te habías llevado mi suerte, o lo que es lo mismo, mi vida. Pero yo sabía que era lo que querías, y siempre te dejé hacerlo. Hoy me has dicho que tenía que haberte parado los pies. Cómo iba yo a saber que me ibas a echar de menos... Me curaste la herida, y me contaste el por qué de tu vuelta. Te dije que ya lo sabía, que te habían puesto las cosas muy difíciles allí arriba, y que no era lo que querías hacer. Me dijiste que esa era la versión oficial, pero que había otra detrás de todo eso. Me contaste que eras la que mayor futuro tenía en la agencia, que hasta tus jefes querían que te quedases. Pero que te habías dado de cuenta de algo estano allí arriba, frente a aquella aguja, y es que si no era junto a mí. no lo disfrutabas...

Así que era eso. Habías vuelto por mí. Después de tanto tiempo, después de intentar olvidarte y no conseguirlo, habías vuelto porque me querías. Después de tanto tiempo intentando olvidarme, te habías dado cuenta de lo mucho que te quería. Nunca es tarde, pensaste.

Ha sido una mañana inolvidable, como todas las que pasan en un parque. ¿No serás tú?¿No serás tú? Quizás no importa el sitio, y eso está de más...

jueves, 23 de julio de 2009

Al borde del abismo


Estoy allí de pie, justo en el borde. No me atrevo a mirar abajo, aunque de vez en cuando, sin mi permiso, mis ojos dirigen su mirada hacia el infinito...

Nunca me acostumbraré a esta sensación, por más montañas que suba, y más difícil se me haga el camino. Quizás porque no me da miedo estar arriba, sino caer hacia abajo, de golpe, sin esperármelo...

Mañana será otro día...

lunes, 20 de julio de 2009

Cuando el sabio apunta al cielo...


...el imbécil mira al dedo.

Pero que tonto he sido!!! No me he dado cuenta de las puñeteras señales! Yo, todo un artista en el arte del cazador! Yo, el increible mito de la moqueta verde, el que se forjó una imagen que no quería por capullo, por querer vivir lo que no había vivido durante los años que me tocaba!

Pero si hasta soñaste conmigo! Jajajajajaja...

La vida, a veces, nos soprende de la manera más increible que tiene, colocándonos una sonrisa de estúpidos que nos encanta a todos y a cada uno. Y te quedas con esa cara de idiota, sin saber qué ha pasado para que todo cambie...

Desde Diciembre, tus señales han estado ahí. Las mías también, pero nunca quise verlas, nuca creí que alguien como tu cambiase su vida. Aún a día de hoy no sé si lo has hecho, pero mi maldita forma de crear quimeras me hace soñarte, como me soñaste tú un día, y me emociono, sin querer, queriendo evitarlo, para no vivir algo que no ha ocurrido, y que puede ser que no ocurra. Pero quizás la magia de la vida radica en esto, en que puedo imaginar todo lo que quiera, siendo feliz ahora mismo, y sin pensar si mañana será así o no. Y si lo es, mi cara de idiota seguirá alumbrándote cada mañana al despertar, y un día me preguntarás si te quiero, y tendré que reirme. O quizás te mire con cara de idiota y te diga que sí, que te quiero, que te quiero desde el primer día en que te conocí, y que no te tuve en cuenta porque eras tan perfecta que te me antojabas imposible, como imposible es que esta noche alguien me haya cogido de los brazos acariciándome, y me haya quedado flipando por no saber si ha sido real o un sueño.

Poder cantarlo, por fin...coserme en el bolsillo de tu pantalón!

Alkaid, Mizar, Alioth...


...Megrez, Phedca, Merak y Dubhe. Y al Revés, Dubhe, Merak, Phedca, Megrez, Alioth, Mizar y Alkaid.

Son las estrellas más mágicas del Universo. A través de ellas, puedes conseguir lo que imagines. Ellas te guían, sin que te des cuenta, sin notarlo. A millones de años luz, están brillando, para nosotros...

De pequeño tuve un planisferio terrestre. Ese planisferio me enseño a amar a las estrellas, a mirarlas con respeto, por ser las más sabias. Ellas han visto guerras, amores, desamores, ilusiones y sueños. Deseos pedidos de hombres y mujeres que gritan en silencio, sobrios de vivir, y ebrios de morirse en vida. Han visto lo que existe más allá de lo que nosotros vemos, de lo que jamás podamos imaginar. Ellas
"han visto cosas que nunca creeríais, atacar naves ardiendo más allá de Orión, brillar Rayos C en la puerta de Tanhausser". Y siempre permanecen en silencio. Ellas me unen a La Tierra a la que pertenezco, al suelo donde me muevo. Me reencuentro con montañas y paraisos escondidos de la mala gente. Soy feliz. Además, pienso en ella. Y siempre me acuerdo de mi Osa Mayor, la que me dice dónde voy, y miro al cielo cada noche para darle los buenos días, o las buenas noches para mí.

"Pon los dedos así, como la distancia que hay entre Merak y Dubhe, y alárgalo imaginariamente en linea recta. Ella es la madre de todas las estrellas. Como tú."

Descansa. Me gusta
tu reloj. Me recuerda a las estrellas.

domingo, 12 de julio de 2009

Cuando la luna cambie...

Me preparo para afrontar mi trigésimo cumpleaños. Llevaba tiempo dándole vueltas a la idea de cómo sería todo, eso de cambiar de número. Recordaba cómo a los 20 años me miré al espejo y me dije: Hoy todo cambia.

Este año el cambio era hacia el 3. De alguna manera es un número mágico. Es el número de la sustentación. El ser humano se sujeta por dos pies, sí. Pero lo que muchos no sabréis es que estamos basados en el principio de la sustentación de los 3 puntos, ya que el pie se apoya sobre el talón, la cabeza del primer metatarsiano (el dedo gordo) y la cabeza del quinto metatarsiano (el pequeñito). De la misma manera, una silla con 3 patas, o una mesa con las mismas patas, nunca cojeará, y se mantendrá siempre estable.

Así que supongo que de alguna manera, el número 3 de los 30 años, me da esa estabilidad, y esa sustentación a la vida. Pero ahí no termina todo...Decidí disfrutar mi cumpleaños en 3 días, y darle así un toque distinto a lo que siempre ha venido siendo.

Conseguí una cómplice en mi viaje, en mi escapada, en mi libertad hacia donde se encontraba el destino. Mi gran amiga Laura, compañera inseparable de tantas y tantas historias de días, de viajes, de broncas, y de confidencias. Lo mismo ella nunca leerá esto, pero desde aquí aprovecharé para agradecerle todo lo que me aguanta, y su amistad sin concesiones. Jul Jule.

Así que nos montamos en el coche, y recorrimos los 400 km. que separan mi querido Madrid de Valencia. Allí nos refugiamos en el apartamento de mis padres, y aprovechamos la noche para pasear por la playa, contemplar las estrellas y charlar sobre nuestras inquietudes, cosa que veníamos haciendo todo el viaje en el coche. A las doce de la noche, empezaron a llegarme mensajes con felicitaciones, y Laura me sorprendió con unos regalos. El cansancio estaba presente, y decidimos irnos a dormir, ya que por la mañana íbamos a ir a escalar a la Marxuquera, una zona cercana a Gandía muy bonita.

A la mañana siguiente, con una humedad increible, y un calor soportable, empezamos a escalar, primero una pared facilita, y después nos crecimos dándole pegues a un desplomado perfecto! Pero el tiempo nos pisaba los talones, y tuvimos que salir disparados desde allí a Valencia capital, donde, además de hacer una parada para hacer un robado fotográfico, teníamos mesa reservada en el Restaurante La Marcelina, a pie de la playa de La Malvarrosa. Los mensajes seguían llegando, y las llamadas de gente cercana también se producían. Sobre las 3 de la tarde, me sorprendió gratamente un sms...

Cuando terminamos, fuimos a la playa, y me di 3 baños. La verdad es que no estaba pensado, pero curiosamente fue así. Y entre muchas personas con la misma camiseta, escuché una voz que decía: Grupo 7 (aunque seguramente quiso decir 3). Gracias.

A las 6 de la tarde emprendimos el regreso a Madrid, tardando 3 horas. Jajajaja. Fiesta Ibicenca en casa, con los amigos más cercanos, con buena conversación y mejor ambiente. La noche terminaba a eso de las 6 de la mañana, aunque algunos siguieron...

Hoy era el tercer día de los 3. Barbacoa familiar en casa de mis padres, con mi hermano gemelo y sus amigos más cercanos. Más piscina, más regalos, y más comida...

Ahora toca sentarse y meditar, relajarse y seguir hacia adelante. El camino es el correcto, eso seguro, porque de cualquier manera siempre se endereza. Gracias a todos los que habéis compartido un momento estos días conmigo, y me habéis provocado una sonrisa. Y un latido en el corazón. Aún estamos vivos...a por otros 30!!

Lo mejor de todo, que te feliciten por video...dale la vuelta al 3...

lunes, 6 de julio de 2009

Ella le pidió que la llevara al Fin del Mundo...


...Y así fue. Pero ninguno de los dos lo sabían, porque no se conocían.

El destino había querido Que el gaucho José renunciara a los placeres de la vida, y se refugiara allá donde el creía que estaban los verdaderos placeres. Así que un buen día, hace ya algunos cuantos años, agarró sus bártulos y se largó.

Apareció en un lugar remoto de la Tierra, cerca de lo que el consideraba el Fin del Mundo, pues un poco más allá, no había mapas que describiesen lo que había, pues nadie nunca había llegado. Un territorio plagado de montañas, un sitio en el que el Sol permanecía 17 horas, pues se encontraba en la latitud 45. Un hogar con puertas al canal de Beagle, muy muy cercano a la cordillera Darwin. Juan había querido renegar de todo lo que le ofrecían los humanos, y se había dirigido hacia ese paraíso vírgen del hombre...

Allí adiestró caballos salvajes, y cazó vacas marrones para alimentarse. También pescaba de vez en cuando, e intentaba cultivar, sin demasiado éxito, hortalizas y frutas. Pero el ambiente frío se lo impedía casi siempre.



Años después de la primera vez que pisó ese territorio, ella llegó. Se llamaba Anemey, y viajaba con otro hombre en un velero. Llevaban 10 años viviendo y navegando cualquier pedacito de mar. Ella era originaria de Bélgica. Juan era chileno, o argentino, según quién cuente la leyenda...

El caso es que ella dejó a aquel hombre prendado, al mismo tiempo que ella sentía lo mismo. Y decidió quedarse allí, con él. Dejar la mar, que tantos y tantos recuerdos le había proporcionado, para vivir su amor por aquel gaucho extraño.

Y desde entonces, una tierna y dulce historia de amor, bordea el Fin del Mundo cada día, cada noche, cada hora y cada minuto. Cada segundo. Algunos dicen que fueron los destellos de una estrella los que guiaron este mágico encuentro. Otros, tan sólo piensan que el amor todo lo puede. Hasta amaestrar caballos salvajes...acaso no lo hicieron nuestros antepasados?

Yo, creo que fue aquel anuncio del Peugeot 205, que decía: "contigo, al fin del mundo..."

Seguid siendo felices, José y Anemey...

(Basado en hechos reales)

miércoles, 1 de julio de 2009

Para ellos, y para ellas...


Desde pequeñitos, nos rodeamos siempre de personas que, de una manera u otra, marcarán nuestra vida. Sin darnos cuenta, vamos creciendo, y vamos creando un saquito de recuerdos, de ilusiones, de sonrisas y abrazos, de olores...


Pasé mi infancia con la suerte de tener muy cerca a mis abuelos. Tenían un chalet en El Escorial, en una Urbanización de tierra, rodeada de campo, que con el tiempo ha pasado a ser como tantas otras, perdiendo esa magia. Crecí los fines de semana entre piedras, arena, jaras y encinas, bichos, algún que otro amigo, que luego fueron yéndose y viniendo otros. Pero mis abuelos nunca se iban, siempre estaban allí, cuando llegábamos, tocando la bocina del coche mi padre, y mi abuelo abriendo la puerta. Siempre con una sonrisa, y otras veces también con esas pequeñas broncas que nos echaban porque no comprendían nuestro mundo, como les pasa ahora a nuestros padres, y como poco a poco nos empieza a ocurrir a los demás.


Recuerdo cuando mi Yaya, se fracturó la cadera, al romperse la sujección de la cabeza del fémur, como tantas otras abuelas. Fue increible ver como de casi no poder andar, poco a poco, año tras año, conseguía moverse, hasta dejar las muletas y volver a caminar de nuevo. Eso sí que era tener agallas,a su edad! Recuerdo como veíamos las telénovelas todos los veranos allí, en el salón del Chalet, porque fuera hacía un calor increible, mientras nosotros, los nietos, queríamos ver otra cosa. Recuerdo los olores. El olor a pipa de mi abuelo, que nunca olvidaré. El olor a Naftalina del armario de mi Yaya...


Con el tiempo, tuve una novia que vivía cerca de mis abuelos, tanto de los de mi padre como los de mi madre, así que siempre me turnaba para ir a comer un día a casa de unos y otro día a casa de otros. El tiempo transcurría, así, sin más, sin darme cuenta de que mis abuelos eran la parte más importante de mi vida, por estar siempre con ellos. Ellos eran mi paga semanal, mi libro de historia, mi bola de cristal...


Un día, un 2 de octubre de 2001, se murió mi Yaya. Fue la primera. Sin tener nada, estando más viva que nunca. Siempre había dicho que se podía morir cualquier persona, menos mi Yaya; que ella no se muriera nunca. Y fue la primera....Dejé de creer en todo. Ni dios ni amo. Fueron días muy duros, pero también sabía que era ley de vida, que todo es parte del ciclo de la vida. Le di las gracias, como si me estuviese escuchando, por todo lo aprendido, por todo lo enseñado, por todo el amor recibido, por todo el cariño, y por hacerme así.


Hace unos días murió la abuela de uno de mis mejores amigos. Él estaba lejos, en otro país, y eso es aún más doloroso. Por eso, desde aquí, mi homenaje a estas abuelas que nos han enseñado que en la vida hay que luchar, y sobre todo, sentirse vivo.


Om Mani Padme Hum...