sábado, 31 de enero de 2015

Sé que no es así, pero no puedo evitar pensarlo. Mi vida es la consecuencia de mis actos, y mis hechos han construido mi camino. No hay sólo un camino. Estoy bien, estoy feliz, tengo mi vida encaminada. Pero hay algo que no me encaja. Echar de menos. Está sobrevalorado. Será que es de noche, y que todo me parece mucho más grande de lo que es, pero se me llenan los ojos de lagrimas...

Como decía Ana, yo también quiero estar enamorado....

sábado, 3 de enero de 2015

De patrias y banderas...

Leo tristemente que un policía ha fallecido en Madrid en acto de servicio, al caer a las vías del tren, mientras forcejeaba con un subsahariano en la estación de tren de Embajadores. Leo, no sin falta de razón, cómo una persona ha perdido la vida sin ningún motivo, absurdamente; que en este país falta mano dura, que regalamos a cualquiera la comida, el visado, la nacionalidad, y que mantenemos a cualquiera, a esos que revientan el sistema y la sociedad. Pero no puedo evitar ponerme en el otro lado, en la piel oscura de esos que se dejan la vida, literalmente, para cruzar las vallas del primer mundo...

El mundo se está volviendo egoísta. Las crisis, en vez de favorecer que todos nos ayudemos y empaticemos más con los que menos tienes, sirven también para aumentar el odio y la xenofobia, para proteger lo que creemos que nos pertenece, para que nuestro bienestar no se sienta maltratado. Sí, a mí también me gustaría que no hubiese personas que roban, que pegan, que destrozan, que matan. Pero también me gustaría que no hubiese guerra, que los que dominan el mundo repartieran la riqueza, y que todos tuviésemos las mismas oportunidades. Al fin y al cabo, vivimos en el mismo planeta.

No hay ninguna muerte justificable, y nadie debe de desear la muerte del prójimo, sino el cambio. El cambio que promueva la confianza, la amistad, la confraternización. Hemos hecho del mundo un lugar hostil, lejano, donde no podemos llegar a confiar en el de al lado, y donde somos egoístas todos los días. Sólo uno puede ser en aquellos lugares donde hay muy poca gente, donde son cuatro vecinos, y todos se ayudan mutuamente. El mundo solía ser así en la antigüedad. Pero hemos evolucionado hacia el rencor y la avaricia, el odio y la guerra.

Nadie es más culpable que aquel que no quiere ver su propia responsabilidad en todo lo que le rodea. Somos un cúmulo de normas y leyes, en muchos casos, absurdas u obsoletas, para protegernos del mal. Somos incapaces de evolucionar. Y eso, queridos amigos, está dentro del corazón de cada uno. La capacidad de compasión y de perdón...