jueves, 29 de octubre de 2009

Un encuentro inesperado

Hacía 15 años que no veía a Alba. Había soñado muchas veces con este momento. Me lo había imaginado distinto, en otro lugar, sin gente alrededor. Aunque sólo lo había pensado, nunca llegué a imaginar que se cumpliría. Cuando Alba salió del coche no quise mirarla. Bajé la cabeza, tenía miedo. Ella podía haber cambiado, y quizás puede ser que no me gustara. O incluso podía suceder que yo hubiese cambiado mucho, y ella no me reconociese, o ya no le gustase. Cerré los ojos y quise imaginarla una vez más, con su vestido blanco, su sonrisa perfecta, su pelo largo y liso, rubia dorada. Fue tan sólo un instante. Volví a mirar hacia el coche. Lorena se encaminaba junto con Alba a saludar al resto del grupo, que se habían levantado para ir a su encuentro. Yo me quedé sentado, esperando. Observé cómo todos se daban dos besos, y fue la primera vez, 15 años después, que vi a Alba. Le dio dos besos y un abrazo enorme a mi hermana Candela. Ella tampoco quería buscarme con la mirada. Observé sus facciones. La misma nariz, el mismo brillo en los ojos. Estaba casi idéntica, de no ser por su corte de pelo. Lo tenía bastante corto. Atrás quedaba mi recuerdo de aquel pelo largo rubio. Ahora, la media melena hasta los hombros encumbraba su esbelta silueta. Sin duda, un toque mágico a sus 30 años. Seguí observando su cara mientras saludaba a Luis. Me fijé en su chaqueta verde, una chaqueta que yo bien conocía, pues había tenido que escribir sobre ella, hacía un par de número o tres de la revista en la que colaboraba. Los pantalones vaqueros ceñidos favorecían unas más que trabajadas piernas. A qué se dedicaría Alba en estos momentos de su vida.

Lorena vino a saludarme, al mismo tiempo que yo me levantaba del muro de piedra donde estábamos sentados todos hacía apenas dos minutos, sin saber qué hacíamos allí exactamente. Me dio dos besos, y nos miramos mutuamente, sabiendo lo que escondíamos detrás. De momento era mejor no decir nada. Pensé que Lorena tenía delante una situación difícil, con Alba allí, y sin poder dedicarse a mí por un momento. También para mí era una situación extraña. Tenía claro lo que había sido Alba para mí, y la de tiempo que habíamos estado sin hablar, pero también sabía que mi vida ahora iba por otro lado, que Lorena, desde hacía algún tiempo, era la persona que me acariciaba la vida, y aunque nunca habíamos planteado nada, por nuestros propios intereses, los dos sabíamos que había una química especial entre nosotros. Pero eso ahora quedaba en segundo plano, por unos minutos, por unos momentos. Se cruzó la mirada de Alba con la mía. Sonreía como nunca, y me lo contagió. No hubo besos. Un abrazo nos fundió a los dos en un perfecto silencio donde sentíamos nuestros corazones. Bum bum, bum bum, bum bum. Eran dos relojes de alta tecnología. Le acaricié su pelo. Ya no podía dejar caer mi mano a través de su pelo en la espalda, pero la sensación era la misma. Un placer inmenso me invadía el cuerpo. Sentía sus manos posadas en mi espalda, con suavidad, acariciándome pausadamente, apretando contra ella mi pecho. Olía exageradamente bien. Siempre he tenido predilección por los olores. Recuerdo intensamente el olor a naftalina que había en el armario de mi abuela, y en su abrigo de piel. Me gustaba recordar a mi abuela. También recordaba el olor de aquella primera vez en un circuito de motos, viendo a todos mis ídolos de la infancia. Ese olor a aceite quemado. Y el olor de aquella primera vez, con Alba. Su perfume se me quedó impregnado en mi piel tantas horas como pude aguantar escuchar a mi madre que me duchara, que llevaba dos días sin ducharme ni bañarme en la piscina e iba a empezar a pensar que me había convertido en un guarro alérgico al agua. Eso, y que amenazó con dejarme sin cenar. Y la cena era sagrada. Olores, qué grandes recuerdos me provocaban. Y Alba, llevaba un perfume con un ligero toque de miel, que se me antojaba el olor de las sirenas, si es que existían.

Y allí estábamos, abrazados, sin darnos cuenta de la gente que nos rodeaba, nuestros amigos, nuestros compañeros de tantas y tantas aventuras, tantas y tantas anécdotas, como aquella vez que quisimos poner unas monedas en la vía del tren para que se aplanaran, y terminamos parando el tren, y todos corriendo sin saber dónde escondernos, o aquella otra vez en las fiestas de la urbanización , donde sin querer, dejamos sin luz a todos los vecinos por querer ver los fuegos artificiales completamente a oscuras, al fundir los plomos del interruptor general de la urbanización. Allí estaba Alba, 15 años después, tan preciosa como siempre, y yo, aturdido, pero feliz. Le di un achuchón, y me separé suavemente de ella. Mis brazos sujetaron sus mejillas, como entonces, y no supe si darle un beso, en sus labios, tantos años después, o en las mejillas. Fue un beso desviado, seguido de otro justo en la otra comisura de los labios. Ella me ayudó a que fuera así.

- ¿Cómo estás, Jota?-, casi me susurró, dulcemente, con una sonrisa enorme.

- Estás igual que siempre -, le dije, evitando la respuesta a su pregunta.

- Me alegro mucho de volver a verte, tengo mucho que contarte, quizás demasiadas cosas…

- Sssshhhh….- le tapé los labios. Ya habrá tiempo. Ahora estás aquí, estamos todos aquí. Creo que hay que disfrutarlo, de nuevo.

Abrí nuestro cerrado círculo al resto de amigos. Todos nos miraban con una cara amable, incluida Lorena. Estaban contentos de nuestro macro encuentro. Miré a mi hermana, y me guiñó un ojo. María le preguntó a Alba dónde había estado viviendo, y Alba empezó a hablar.

- Nos fuimos al norte, a un pueblecito pequeño que seguro que os suena el nombre, Pravia, en Asturias. Mis padres montaron una casa rural allí, y luego fui a la Universidad en Oviedo. En el año 2003 me mudé a Gijón, y desde allí seguí estudiando lo poco que me quedaba y trabajando en el Hospital Begoña de Gijón…y hasta ahora, que me vengo para Madrid, de nuevo.

Alba hablaba, pero era como si no contase mucho sobre su vida. Tras marcharse, todo había sido muy extraño. Nunca me dijo exactamente dónde estaba. Me dijo que estaba en una tierra increíble, y que me echaba mucho de menos, pero no mencionó nunca Pravia. Yo había estado en aquel pueblo hacia cinco años. Pero la distancia siempre hace mella en todos y cada uno de nosotros y, aunque de vez en cuando nos acordábamos el uno del otro, habíamos seguido nuestras vidas distanciados.

Alba empezó también a preguntar a todos por sus vidas. Antonio comentó que vivía en el centro, en Chueca, con su pareja, una chica argentina de 25 años, toda una belleza, y Fito y María nos anunciaron su próxima boda, y que estaban esperando un bebé. Lorena habló de su trabajo de azafata y de su residencia en Liechtenstein, y nos dejaba asombrados con las cosas que nos contaba de allí. Alba interrumpió a Lorena…

- Ejem…bueno, yo os quería decir algo a todos -, se giró y me miró fijamente durante tres segundos.

- Mi marcha coincidió con el fin de nuestro grupo. Supongo que todos teníamos objetivos distintos, y que al crecer, se fueron haciendo más patentes. Siempre quise volver, pero por unas cosas o por otras, me fue imposible. Hace tres meses murió mi padre. De cáncer. Llevaba ya algún tiempo tocado, y cuando se lo localizaron fue imposible reducirlo. Me sentí muy sola allí arriba, me derrumbé, y en ese momento, me planteé en serio lo de regresar a Madrid. Conseguí localizar a Candela, y le hice prometer que no diría nada a nadie, y menos a ti, Jota – volvió a mirarme fijamente. – También he mantenido un poco el contacto con Lorena, y estas últimas semanas le comenté que vendría posiblemente a primeros de enero. Al final todo se ha adelantado, y bueno, ya estoy aquí…

- Bueno, eso es genial, otra vez aquí todos, esto hay que celebrarlo, - dijo Lucas.

- Sí, pero antes… - le interrumpió Alba. – Quiero presentaros a alguien…

Como si Alba hubiese pronunciado las palabras mágicas, alguien desde el coche, desde el asiento de atrás, se incorporaba. Era alguien menudo, no lograba distinguir quién era. Mientras, la puerta se abrió, y vi dos bambas rojas asomar por el hueco entre la puerta y el suelo. Subí la mirada, y una niña de unos 14 años, preciosa, salió del automóvil.

lunes, 26 de octubre de 2009

Alba, de nuevo.

Miré por la ventana y sentí la necesidad de abrirla. El aire frío contrastaba con la luz del Sol, ninguna nube en el cielo. Respiré con todas mis fuerzas una bocanada de aire limpio y fresco. Aún tenía en mi pecho la angustia que me había hecho despertar, un sueño demasiado extraño. Había sido tan real que pensé que todo había sucedido tal y como lo había soñado. Miré a mi cama. Nadie. Era lógico. Ayer, después de contemplar la puesta de Sol, había caído en los brazos de mi querido Legendario, y no recordaba cómo había llegado a la cama. Si que recordaba, sin embargo, cómo había aparecido Alba en mi cabeza. Era como si la pudiese tocar, otra vez. Cuántos años hacía que no la veía, cuántos años hacía que no sabía nada de ella. Lo último que supe es que se puso a estudiar Medicina, y que había conocido a un tipo que le recordaba a mí. Le contesté a aquella carta, pero ya no obtuve respuesta. De esto hacía por lo menos 10 años. Qué lejos quedaba todo, y que rápido pasaba el tiempo...

Sonó mi móvil. Beep, beep. Era un mensaje de Candela, mi hermana pequeña. Me decía textualmente "Kaixo Bicho,todo bien xtu montaña?Necesito q vengas sta tard a Madrid,a ls Zarzales,dnd siempre.Tspero.Bisus!". Vaya, de repente, mi hermana también se acordaba de los Zarzales, casualidades de la vida. Aproveché que tenía el teléfono en la mano, y busqué el teléfono de Antonio. Aún lo conservaba, aunque quizás, ese número ya no sería el suyo. Probé a llamar.


- Hola, ¿está Antonio?.
- No, ¿Quién eres?-. Reconocí la voz de su madre, con algunos años más encima.
- Soy un amigo de la infancia, tenía este número y no sé dónde puedo localizarlo.
- ¿Jota? Madre mía, cuánto tiempo sin hablar contigo, qué tal estás...
- Bien, Carmen, bien, hacía mucho tiempo, sí. La vida, que se empeña en hacernos mayores a todos.
- Apunta, te voy a dar el móvil de Antonio. Le va a hacer mucha ilusión que le llames. Seis, uno, cuatro...noventa y dos. A ver si un día de estos te veo y me cuentas qué tal te va todo, hijo.
- Lo intentaré, Carmen. Un beso, y gracias.
- Adiós, hijo, adiós.

Observé el número de teléfono, y decidí mandarle un sms: "Hola Antonio, soy Jota, que tal estás?Esta tarde estaré en los Zarzales, donde siempre,podíamos aprovechar para vernos y contarnos. Haz cadena con los demás, yo aviso a María, Luis, Lorena y Alba, intenta localizar al resto". No sabía por qué, pero me apetecía ver a mi antigua pandilla de la juventud. Aquellos que habían convertido mis veranos en unos recuerdos inolvidables. Supongo que el sueño de la noche anterior, hacía posible que mis ganas de juntarnos de nuevo no se desvanecieran. Quería comprobar que todos seguíamos unidos, de alguna manera...Alba. Me daba miedo llamar a Alba. No sabía nada de ella, y eso me aterreba. La imaginaba casada, con hijos, trabajando en algún hospital de renombre. Mierda, Alba se había ido a vivir al Norte, así que si quería localizarla, y poder verla, tenía que avisarla ya. Pero no me atrevía...

- Hola Lorena...
- Jota! qué sorpresa...me acabo de levantar.
- Yo también, he tenido un sueño muy chungo, y según me he levantado me ha escrito mi hermana que estará esta tarde en los Zarzales. He soñado con todos nosotros...
- ¿En serio? Pues ya no eres el único. Yo he soñado que estábamos de nuevo todos por allí, y que Alba...
- Coño, no sigas, que me parece que tu sueño es muy parecido al mío.
- Acabo de hablar con Alba. Esta tarde he quedado con ella, en Madrid-. Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Sabía que Lorena también había estado en contacto con Alba, era su mejor amiga, pero no me esperaba ni por asomo que aún estuviesen en contacto.

- Yo he quedado con Candela, y le he escrito a Antonio. Pensaba avisar a María y a Luis.
- Perfecto, pues yo cojo el vuelo a las 15 horas. Me voy directa a los Zarzales y le escribo a Alba para que suba para allá.
- Ok, te veo allí entonces, Lorena...
- Ok, Jota...oye...Alba no sabe nada...
- Vale, vale, no te preocupes, luego nos vemos, un beso.
- Un beso, pequeño...

Lorena vivía desde hacía unos años en Liechtenstein. Un día que yo volaba a Suiza, me la encontré de azafata. Estuvimos un rato charlando, nos intercambiamos los teléfonos, y esa misma noche quedamos para cenar en un conocido restaurante de Ginebra. Habíamos acabado en mi hotel, amaneciendo juntos. Desde entonces, cuando venía para Madrid, o yo tenía que volar por negocios, hablabamos para vernos, y ella cambiaba el turno con algunas compañeras para venir en mi avión y pasar la noche juntos. Lorena había sido la mejor amiga de Alba, pero nunca habíamos hablado de ella. Una vez le pregunté si sabía algo de ella, y me dijo que hacía tiempo que no hablaban. Pero ahí quedó todo, ningún dato más y yo no quise insistir.

Lorena y Alba avisadas. Tan sólo me quedaban Luis y María, así que probé la misma fórmula que con Antonio, y así conseguí hablar con Luis en persona, que me dijo que no faltaría, y la madre de María me dio el teléfono de su nuevo domicilio.

- Hola, buenos días, María, por favor?
- Sí, un momento, ¿de parte de quién?-. Esa voz...esa voz me era muy familiar. Me arriesgué.
- ¿Fito?.
- Sí soy yo, ¿Quién eres?.
- Soy Jota, de los Zarzales, ¿te acuerdas de mí?.
- ¡¡Jota!!, Me cago en la leche, ¡cuánto tiempo! !María, es Jota! Joder que casualidad, he soñado contigo, y María también.
- Ahora ya no me resulta extraño, he hablado con Lorena y me ha dicho lo mismo. Hemos quedado esta tarde donde siempre, en los Zarzales.
- Allí estaremos, !qué ganas de veros! !Un abrazo!
- !Hasta luego, Fito!

Joder, qué alegría, mira que me gustaba a mi esa pareja, Fito y María. Nadie apostaba por ellos, y ahora mírales, lo mismo hasta se habían casado. Ya no me quedaba a nadie que avisar, el resto era parte de Antonio. Revisé mi móvil y tenía un sms. Antonio confirmaba la asistencia y la de los que faltaban por confirmar.

Me hice rápidamente unas tostadas con aceite y tomate, mitad desayuno, mitad almuerzo, pues me apetecía coger la moto y darme una vuelta para quitarme todas estas sensaciones extrañas que azotaban mi cuerpo. Relajarme conduciendo. Alba volvía mi cabeza por momentos, nuestros días felices hacía 15 años, nuestro amor eterno, el día que ella se tuvo que ir...todo. Me puse el mono todo lo rápido que pude y me tiré a la carretera. Estuve un par de horas dando vueltas, me recorrí todos los puertos de montaña del norte de Madrid. Morcuera, Navafría, Canencia. Paré a tomar algo en Miraflores de la sierra. Era una expléndida mañana de sábado en el mes de Noviembre. Allí sentado en la terraza de aquel bar, intentaba poner orden a todo lo que tenía en mi cabeza. Uf, esa tarde iba a ver a mi amor de toda la vida, a Alba. Me preguntaba cómo sería ahora, cómo tendría el pelo, si estaría igual de guapa y risueña. A mi lado pasó una chica con un pañuelo en la cabeza y unas botas de montaña. La típica chica en la que yo me fijaría. Me resultó familiar. El camarero me sacó de mis pensamientos al traerme una coca cola y un entrecot que se salía por los bordes. Degusté tranquilamente, y cuando me quise dar cuenta, eran las cuatro de la tarde. Pedí la cuenta y pagué en efectivo. La chica de las botas de montaña volvió a pasar por allí, y ví que de su cuello colgaba un trozo de una moneda cortada por la mitad. Me vino a la cabeza la moneda que nos encontramos Antonio y yo en aquella casa abandonada, y que decidimos cortar y llevar cada uno en una cadena en el cuello. Dónde quedaría esa moneda...

Monté en la moto y me dirigí hacia Los Zarzales. Llegué en media hora larga, y ya estaban allí Candela, Fito y María, Luis, Vane y Gerardo. Me saludaron efusivamente, sobre todo Fito y María, y al rato llegaron Antonio, que me dio un gran abrazo, Ana, que se vino efusivamente hacia mí, y Lucas, que se había dejado el pelo largo, y le quedaba muy bien. Estuvimos charlando de viejos tiempos, de lo que hacíamos ahora, Gerardo trajo unas cervezas del bar de la estación y seguimos riendo recordando anécdotas del pasado. De vez en cuando se acercaba un coche, y volvíamos la mirada para ver si eran Lorena y Alba. El corazón se me paraba cada vez que eso pasaba. Lorena y Alba. Alba y Lorena. La mujer que me había llevado a la vida, y la mujer que conseguía mantenerme la vida. Curiosa coincidencia.


Estaba anocheciendo, cuando Lorena y Alba llegaron...

sábado, 24 de octubre de 2009

Alba

Estaba terminando de comer, cuando me sobrevino aquel recuerdo. Todo se paró a mi alrededor un instante. Mi mente se había desplazado unos años atrás. Unos cuantos años atrás. Veía perfectamente aquel grupo de amigos, aquella pandilla de niños y niñas de 15, 16 años. Aquellos años mágicos de la adolescencia. La recordé sobretodo a ella. Rubia. Angelical. El pelo liso cayendo por sus hombros, con la raya en medio. El vestido blanco que tanto le gustaba ponerse, y que le sentaba de maravilla. Aquella hermosa y delicada silueta, frágil como el corazón que en aquellos tiempos latía por ella. Ahora...ahora nadie sabía por quién latía. Ni siquiera yo. Aunque quizás, en ese recuerdo, notaba un ligero pinchazo en el pecho, aún.

Terminé de comer mientras mis amigos charlaban y reían. Casi no les prestaba atención. Seguía en mi cabeza el recuerdo de aquellos días, aquellos veranos. Las primeras veces que salíamos lejos de casa, los trenes hacia lugares desconocidos. Los primeros fracasos. Las bicicletas son para el verano. Mi mejor amigo. Luego fuimos tan sólo amigos.Mi hermana pequeña, que conseguía que a mis amigos se les cayera la baba. Aquel verano inolvidable donde Alba, aquella niña rubia, y yo, compartimos todo nuestro amor bajo el techo de ramas, y encima de los palets y mantas que había en nuestra cabaña. Luego aquel incendio que nos destruyó nuestros recuerdos. Un desaprensivo pegó fuego al monte.

Pagamos la cuenta entre todos, y salimos a la calle. Era un sábado expléndido de Noviembre. Aquel pueblo de montaña tenía ese aire mágico que tienen las cosas que nos hacen aferrarnos a la vida. Nos despedimos hasta la tarde, y yo le dije a mi mujer que me iba a casa de mis padres un momento, a por unas cosas. En un par de horas estaría de vuelta. Recién casados, la confianza es aún sincera en nuestra relación. Le di un beso y la dejé en la puerta de casa, mientras cambiaba el CD por uno de aquel grupo que tanto me gustaba por entonces, hacía 15 años. Metí primera y me fui hacia la urbanización donde de pequeño pasaba mis veranos...

No estaba lejos; apenas a unos 15 minutos en coche desde mi actual residencia. Por el camino, seguía recordando momentos de aquellos veranos. Luis, María, Fito, Ana, Lorena, Vane, Lucas, Gerardo, mi mejor amigo Antonio, mi hermana Candela...Alba. Todos los recuerdos siempre terminaban en Alba. No podía olvidar su sonrisa, sus caricias, su voz dulce. Sus besos húmedos de sus labios sonrosados. Sabían a hierbabuena, fresca, como recién mojada por la lluvia. También recordé el día que decidimos dejarlo. Ella se iba a otra ciudad, a su padre le cambiaban de trabajo, y tenía que ir con ellos. Le dije que se quedara, que aquella ciudad a la que iba era gris, oscura, amnésica. Madrid la necesitaría. Yo la necesitaría. Pero era lo mejor, los dos lo sabíamos. Éramos demasiado jóvenes como para comprometernos con algo. Nos estuvimos escribiendo algún tiempo, uno, dos años. Luego, como todo en la vida, el curso de los acontecimientos hizo que nos distanciáramos. Nunca la había olvidado. Tuve otras novias, otras amantes. Hasta me fui de viaje hasta Australia siguiendo a una pequeña princesa que me recordaba tanto a ella que me llegó a obsesionar, tanto, que teminó aborreciéndome. Cosas de la vida. Luego conocí a mi mujer. Dulce, serena, madura. La persona ideal con quien compartir mi vida. La práctica y la funcionalidad unidas por el amor razonado. Atrás quedaban los años de los impulsos, del amor irrefrenado y el sexo en los lavabos, en los probadores de alguna tienda de ropa, o incluso los revolcones por las hierbas secas de cualquier bosque cercano. Dejaban huella aquellas experiencias...

Llegué al cruce del entrañable bar donde a veces nos parábamos con la bici a pedir un vaso de agua. Ya no había cruce. Habían construido una rotonda. Todo cambia con el tiempo, incluidos los árboles. Subí por aquella carretera que conducía hasta Los Zarzales, mi urbanización en otra época. Recordaba los alrededores, y a los árboles que antes eran arbustos, ahora les adornaba una generosa copa repleta de hojas verdes algunas, y otras marrones a punto de terminar de caer en otros. Al mismo tiempo que me iba acercando a Los Zarzales, mis recuerdos se hacían mucho más vivos. Era como si los estuviese viviendo en aquel mismo momento. A unos doscientos metros, divisaba ya la entrada a la urbanización. Todo se me hacía muy extraño...

Al entrar a Los Zarzales divisé la valla donde nos sentábamos, al lado de la estación de tren. Había algunos coches, y algunas personas alrededor. De repente, reconocí a Luis. Mire a su derecha y vi a Lorena, con el pelo algo más largo, pero con los mismos rasgos de hacía 15 años. Mi corazón empezaba a latir fuertemente. La emoción me empapaba los ojos, sin saber por qué. Bajé del coche, y me acerqué al grupo que me había reconocido. Ana corrió hacia mí, con cara de sorpresa, alegre, por verme allí. Cómo estás, qué tal todo, qué es de tu vida. Todos nos hacíamos esas preguntas, entre extrañados por aquel encuentro fortuito, y alertas por la situación. Antonio, mi mejor amigo de entonces, me asedió por la espalda, y nos dimos un gran abrazo. Era como volver a aquellos años. Fito y María eran pareja. Lo que me gustó siempre esa pareja. Lucas tocaba en un grupo, y empezaban a ser conocidos. Antonio vivía con su compañero sentimental, y me alegré mucho por él. Ana se había casado, pero no era felíz. Luis, Vane, Gerardo, seguían solteros, disfrutando de las vidas, pero con algo más de sensatez que entonces. Lorena estaba de vacaciones por Madrid, ahora vivía en Liechtenstein. Mi hermana me dio un abrazo muy cariñoso. Era la única del grupo a la que seguía viendo, por razones obvias. Conté de nuevo...uno, dos, tres, cuatro...nueve, diez, y conmigo once. Faltaba Alba. Gerardo me sacó de mi ensimismamiento con una cerveza que traía del bar de la estación, y todos nos pusimos a compartir historias, recuerdos, vidas actuales. Todo sin pensar qué hacíamos allí, y por qué nos habíamos reunido después de tantos años. Sin decirnos nada, todos sabíamos que algo pasaba, pero no sabíamos el qué. Mientras tomábamos cerveza y reíamos, esperábamos a Alba. A veces me volvía para mirar por la vieja carretera de la urbanización a ver si venía un coche, y cuando aparecía uno, todos nos quedábamos en silencio, con una tensión que se podía palpar.

Pasaron dos horas, y Alba seguía sin aparecer. ¿Por qué faltaba ella? Me preguntaba. Era a la persona que más ganas tenía de ver, y sin embargo, la única que no estaba. Antonio me preguntó si sabía algo de ella, y le conté que no teníamos contacto desde hacía años. Él sabía que no había podido olvidarla. Sonó mi móvil. Era un mensaje de aviso de llamada. Mi madre me había estado llamando, pero no tenía cobertura. De repente, mi mujer me llamaba. Descolgué y escuché sus palabras. Colgué.

Me dijo que mi madre la había llamado y le había dicho que una amiga de mi infancia había fallecido...

jueves, 22 de octubre de 2009

Brain Storming

Dos seguidos! Y es que no puedo parar, Creo que voy a por el tercero, y a por el cuarto. Me agarras las entrañas y me muerdes el corazón, te rasgo la piel de tus miedos, y encima me llevo una bofetada. No veas guiños donde no los hay, tan sólo son palabras mal ordenadas y escritas a bocajarro, como las balas que disparan las metralletas, como mis manos en tu cuerpo, y en el tuyo y en el tuyo. Y EN EL SUYO. Dios, DIos, DIOs, DIOS, DIOS! Y en el fondo, ningún dios. Ni dios ni amo. Estrellas. Estrellas fugaces, y nunca más acertado. Estrella lejana, la más grande. Así eres tú. Pero nadie te conoce, porque estás a 1000 años luz, y eso creo que es mucho.

La pelirroja me activa las neuronas, me cabrea, me hace sentir lo que debo sentir. Escribir lo que me da la gana. Sin pensar en las consecuencias. Porque la vida, de momento es esto. Dicen los budistas que la muerte es parte de la vida. Así que deja de tenerle miedo, Jan. Jan y quien sea. Ser Estar, Parecer. Sonreir.

El amor esté escrito y el destino es algo eterno. O es al revés. Te gustaría tener un flasforward, y de esa manera saber que podrás hacer locuras, porque no morirás por lo menos hasta ese día que has soñado, y sabrás un poco más de tu vida. O quizás no veas nada. Y no sabrás qué pensar...Hoy me hice un turbante con un fular rosa, y estaba de lo más guapo. Pero tan sólo una niña se dio cuenta, y captó el momento. Un momento que duró 3 segundos. Quizás algo más. Pero que ya no volverá. Y me quedo en ese recuerdo, en esos tres segundos. Y una seta, un níscalo que nadie vio. Junto al río, que hoy había crecido bastante. Río. De sonreir.

Cantaré dos seguidas, o tres, o cuatro. Lo haremos una, dos, tres, cuatro veces seguidas. Me chuparás algo más que la sangre, que el sudor. Y no me refiero con tus labios. Saltaremos en la cama, como canguros, destrozando todo, dándonos con el techo, lucha de almohadas, de pijamas, de edredones. Chocamos contra las paredes, hacemos agujeros, pintadas, nos dejamos las yemas de los dedos y la voz.

Y al final, saltaremos para caer tumbados, en la cama, rebotando hasta que a inercia pare. Pero la inercia no parará. Hace mucho que empezamos el movimiento...

Te quiero y te odio, te quiero y te odio, te quiero y te odio. Basta. Ya. Para. Creo que voy a empezar a romperme.



Un día cualquiera...


Era jueves. Otro jueves más. Preludio de un fin de semana, como siempre. Juergues, dirían algunos. De vez en cuando también lo digo yo. Me acerco a esa gran superficie donde afortunadamente encuentro de todo. La odio igual que la amo. Indefinible el ser humano, incomprensible. Sobre todo ellas, dirían ellos. Sobre todo ellos, dirían ellas. Reconozco a la chica de seguridad. Siempre es la misma, siempre son los mismos. Vidas paralelas sin coincidir más que algun día de la semana, mientras unos trabajan y otros gastamos lo que ganamos trabajando. Me reconoce, pero no me saluda. Nunca lo hacemos. Dentro, como siempre, sus estantes, sus ofertas, sus compras compulsivas. Personas que pasan el rato, dando una vuelta por allí. Otros hablan por teléfono. Miro sus caras. Parecen felices...¿lo serán?. Compro incienso, como si eso me ayudase a minar mi dolor de cabeza, que poquito a poco empieza a aparecer. Ella siempre está allí. Siempre que voy. Y él también, tan peinado como siempre, tan atento, tan... tan él. Él siempre será él. Me mira como si quisiera comerme. Y me gusta esa sensación. Pero mi corazón pertenece al otro reino, al de las sirenas. Las sirenas de las que habla Luis Ramiro, esas que aparecen una noche y desaparecen al amanecer.

Recorro los pasillos en busca de un par de bombillas. Quizás lo que busco son un par de ideas. O quizás busco la luz. Cosas incomprensibles las del ser humano, sensaciones inacabadas. Siempre buscando y anhelando, sin disfrutar del presente. Me meto en el bolsillo dos ideas, dos rayos de luz, dos bombillas, dos sirenas. Bueno, a las sirenas no me las meto en el bolsillo. Me pongo en la fila esperando mi turno para pagar, mientras observo a la chica que pasa los productos por el lector láser. Si tuviese código me gustaría saber mi precio, y el suyo. Seguro que varía dependiento del día. Hoy estoy en oferta, en el estante de últimas unidades, productos no vendidos en las últimas semanas. Todos los productos tienen que rotar para que todo funcione. Ella, la azafata de caja, no lo sabe, pero está en el primer pasillo, entre los productos de primer impulso y los de novedad. Con un cartel bien grande. De repente, aparece la chica de los patines. Te conozco, te he visto por aquí más de una vez. Llevas tatuada una luna en el pecho, y te pintas los ojos con un lapiz negro. Te gusta madrugar y disfrutas con lo que haces. Tú no me conoces, o sí, pero siempre nos vemos, sin querer, por este centro comercial. La casualidad de venir al sitio donde trabajas. O no. Me gusta pensar que eres la descendiente de aquel espadachín de "la princesa prometida".

Hola, buenas tardes. Él me saluda amablemente, y cada día con más cercanía. Me trata de usted. Cada día me hago más viejo. Pago casi mecánicamente, y sin darem cuenta estoy en la calle, con mi dolor de cabeza a punto de darme las buenas tardes, y con la sonrisa y la felicidad que me da imaginar el mundo a mi manera...

Qué más da quién sea ella. Qué más da dónde esté. Qué más da que él se fuera. Seguiré gritando por lo que yo quiera, por lo que yo crea. Y a quien no le guste, que no mire.

P.D: Mi ex, una vez, me dijo: No sabes lo que me arrepiento de haber desaprovechado todas las oportunidades que me has dado a tu lado. Yo le dije: No es un error, no te arrepientas, tan sólo es una opción más dentro de todas las posibilidades...

martes, 13 de octubre de 2009

Me permito el lujo de observar tu pelo...

Mi mente se nublaba. Llevaba meses intentando asimilar una relación que no sabía si era lo que quería o no. Lo que sabía es que no era el momento adecuado. Pero eso no lo podía saber ella. Sería un error. Entre tanto, había vuelto a ver a mi ex. Nunca supe por qué lo dejamos, pero empezaba a tenerle de nuevo cariño. Quizás porque hacía lo mismo que yo, o eso parecía. Otro lío más en uno de los momentos más extraños de mi vida, sin saber hacia dónde tirar. Yo seguía disfrutando de la vida como nunca, eso que siempre me habían dicho unos y otros. La gente se empezaba a emparejar, pero a mi eso no me iba, quizás porque era ahora cuando estaba viviendo aquella juventud que no tuve por estar tan emparejado entonces. Ahora era MI momento, y nadie me lo iba a quitar. Pero parar los sentimientos era algo más complicado...

Ella había aparecido una fría mañana de enero, cuando yo me disponía a subir en la moto, con destino Madrid centro. Me quedé más helado, si se puede. Volvía para decirme que había aprendido a echarme de menos, y que iba a hacer lo imposible para que todo fuese como antes. Nuestra relación se había roto de mutuo acuerdo, y yo ahora no sabía si quería volever con ella. Pero nunca supe decir que no, y le dejé hacer. Mientras, pensaba en la historia en la que me encontraba. Era una historia peculiar. Me sentía muy bien pensando en ella, imaginando cosas que hacer, planes que soñar, e incluso pensaba que podía ser la mujer de mi vida. Pero cuando la tenía delante, era incapaz de relajarme, de decirle que me hacía sentir bien, y el efecto era el contrario. Cuando ella me decía alguna cosa, yo intentaba mantener cierta distancia...

Así que un buen día, me fui. Dejé plantado a todo el mundo, incluidos mis padres, que ya estaban acostumbrados a mi independencia. Me fui, y ahora desde aquí, recuerdo de nuevo todo aquello, y si seré capaz de regresar para poner orden a todo...

A veces, la vida, te sorprende cuando menos te lo esperas, 6 años después...(reapareces y hablando sola...).

Mi primera combustión, hace tantos años...

viernes, 9 de octubre de 2009

Recuerdos de mi vida...

- ¿Sabes quién se casa?, dijo mi madre. - Aquella chica, cómo se llamaba...ah, sí, Amanda!

La verdad que no me pilló por sorpresa. Hacía un año que no sabía nada de ella. Y hacía más de 8 que no la veía en directo. Pensé en cómo sería ahora físicamente, si habría echado culo, o si estaría tan guapa como la recordaba. La última vez que la vi no habíamos hablado cordialmente, precisamente. Habíamos estado discutiendo sobre si era mejor la univerdidad privada o la pública. Su novio de entonces, que supongo que será el mismo que se case con ella, defendía la universidad privada, y a mi me hervía la sangre, aunque no sé exactamente si era por las tonterías que decía el chavalote, si porque me jodía que estuviese con Ella, o si era el puñetero "Parfait amour", que ya llevaba la botella por la mitad.

Así que se casa..., pensé. Bueno, quizás era lo mejor que podía pasar. No era el mejor momento, pero era algo menos en lo que pensar. O quizás no. Quizás era una cuenta atrás para otro más de mis retos absurdos en la vida. Llevaba años creando retos absurdos en mi vida que no me conducían a ningún lugar, así que uno más, qué podía cambiar...

Mi madre seguía hablando, mientras yo pensaba en la ciudad en la que me encontraba ahora, aquella ciudad que me vio crecer y enamorarme, aquella ciudad y aquel parque donde tantas veces me cogí de la mano con aquella niña de 15 años que ahora se iba a casar. Putos recuerdos. No me dejaban en paz. Siempre afloraban en el peor momento, en el peor lugar.

Dejé a mi madre unas calles más adelante, y me dijo que luego iría a buscarla papá, así que no me preocupé por la vuelta, ni por esperarla. Sin darme cuenta, me metí de lleno en el barrio donde Amanda vivía, aunque mi hermano me había dicho que se había mudado al pueblo de al lado. Yo también me había mudado, y ya nada quedaba de aquellos tiempos. Tan sólo las mismas calles, los mismos edificios con algunas mejoras, y muchos avances nuevos. Pasé por mi antigua calle, y busqué el coche de un amigo, sabiendo que tenía que estar por allí. Lo encontré, y me produjo una sonrisa. Una mueca de felicidad en medio de la vorágine de mi cabeza. Llegué a mi antiguo portal, el número 1, en lo alto de la calle, y le miré nostálgico. Qué sería de mis vecinas, de mis compañeros de colegio, de aquella niña rubia que pasaba por delante del portal mientras yo, junto con un grupo de niños, esperábamos el autobús del colegio. Nunca me atreví a decirle nada, y aún así, ella permanecía en mi memoria, en aquel lugar donde no se olvidan las cosas. Del mismo modo, recordé momentos con Amanda, lugares que visitamos, bares que creía desaparecidos. Me sentí mayor. Viejo. Solo. Lo había pasado bien hasta ahora, nunca le había dado más importancia a las cosas de la que tenían. Pero ahora, no sé por qué, desde hacía algún tiempo le daba vueltas una y otra vez a todo, y no conseguía más que cagarla, o agobiarme, o cagarla y agobiarme. Hasta en el trabajo me habían recriminado un poco mi actitud. Supongo que todo se traspasa aunque no quieras, y alguien pagó por mis platos rotos, y eso no era justo.

Seguía pensando en hacer algo. Tenía que actuar. No sabía por qué, pero algo tenía que hacer. Amanda no se podía casar sin saber lo que significaron aquellos días para mí. Sí, era una tontería, una solemne tontería, pero por qué no decírselo, por qué no intentar verla para darle las gracias. Luego que se casara. Yo no quería casarme con ella. Al menos eso pensaba mi cabeza. Me vino a la memoria la película "la Boda de mi mejor amigo". Bueno, quizás no debería de hacerlo. No lo sé.

Paré el coche en la puerta de un garaje, al lado del supermercado del barrio. Saqué una libreta de la guantera, y un boli. Escribí:

Recuerdos de mi vida,
sueños a contraluz.
Me siento hoy un perdedor,
herido por las cicatrices de mi vida.

Suspiré. Metí de nuevo la libreta en la guantera. Aquellos versos eran una mala imitación de otra canción. Nunca me ganaría la vida como cantante. Nunca me ganaré la vida como amante. Arranque el coche, y me puse en el semáforo. Metí primera y empecé a dejar atrás el barrio...

Amigos en la distancia...

Noches como esta me enseñan a apreciar a aquellos que tengo lejos. Tengo un par de buenos amigos que viven a muuchos kilómetros de su tierra natal. Uno, en Taipei, China. El otro, en Hanoi, Vietnam. Quizás no les vea todo lo que quisiera, ni disfruto de ellos todo lo que me gustaría, pero el tiempo que paso con ellos me llena de vida. Me doy cuenta de lo grande que es el Mundo. Aprendo y me río de las anécdotas que me cuentan. Me simplifican la vida, me la reducen a lo básico: Vivir. A veces, se me olvida que la vida es eso. A veces, intento seguir otros caminos, por imitación, porque es lo que la sociedad de este primer mundo demanda. Pero ellos me mantiene con los pies en el suelo.

Hoy, participé en la gira "eddiecreagh world tour". Quizás para algunos se una chorrada, para otros será una gilipollez. Para mí, poder compartir un momento con un buen amigo, es un privilegio.Me hacen olvidar mi presente, mis rutinas, mis comidas de cabeza, y vivir el momento. Algo que dicen que aprendieron de mí, y que ahora ellos me enseñan. Gracias por la autoayuda.

Hoy, en el concierto de Eddie, escuché una canción que me emociona bastante, y que me hizo pensar una cosa: Qué harías si fuese el último día del Mundo?

Yo lo tengo claro. Lo pasaría conmigo mismo. Y posiblemente, contigo...

Sí, lo sé, soy un puto romántico, pero soy cáncer, y viene con ello....



lunes, 5 de octubre de 2009

La Mayonesa


"Creo que no hay cosa más dificil de hacer: Sal, huevo, limón, aceite, todo bien batido...créeme, en comparación, es más fácil enamorarte de alguien que nunca pensaste que te gustaría. En realidad, la mayonesa es así, empiezas sin tener nada, y puedes encontrar el punto justo donde todo funciona, sin pasarte y que se corte..."

Adaptación personal de "A tres metros sobre el cielo"

sábado, 3 de octubre de 2009

Gran dilema...

A, E, I o U....

Cuál elegir?