martes, 26 de agosto de 2014

La acera de enfrente

El título es lo primero que se me acaba de ocurrir. Así que ahora me toca darle sentido a ese pensamiento. Y creo que no es difícil.

Nos encanta mirar a la acera de enfrente. Creemos que allí pasan cosas increíbles, y es verdad. Yo, aún recuerdo cuando me senté una vez en el bordillo de mi acera para observar a una pareja dándose la mano, mientras miraban el atardecer. Precioso. Luego, me levanté y seguí mi camino, cabizbajo, Porque siempre que voy por mi acera voy con la cabeza agachada, para no pisar allí donde no quiero...

A veces, una farola me corta el paso, pero rápidamente la esquivo. Menudo soy yo. Cuando me toca cruzar la calle, y el semáforo está a punto de abrirse para los coches, corro, para no pararme. Y es que pararse es una pérdida de tiempo, porque la acera de enfrente no se ha parado, y tengo que seguir observando allí, al otro lado. Incluso para evitar a las personas que se acumulan en el paso de peatones.

Sin embargo, hoy no me ha dado tiempo a cruzar. Me he parado. He tenido que esperar el semáforo. Además, una larga cadena de autobuses me cortaba la visión de la otra acera. Así que, no me ha quedado más remedio que echar un ojo a mi acera. Y he alucinado. Me he quedado bobo observando lo que estaba pasando. La gente sonreía, y me miraba. De repente, han empezado a aplaudir. Me aplaudían a mí. Yo miraba hacia todos lados, a todos ellos, delante y detrás, a mi lado, y más allá. Era algo mágico. De entre la gente, ha salido un chico muy amable con una tableta, y me ha enseñado un video. Era mi acera. Yo estaba en el video, en el medio. Me he visto sentado en el bordillo, mirando al otro lado, y justo detrás de mí, en ese momento sentado, había una cascada de agua bellísima. Me la he perdido. Cuando he seguido andando, mirando al suelo, me he cruzado con una preciosa mujer, y con un antiguo amigo, un muy buen amigo, al que hace años que no veo, que no me ha reconocido por ir con la cabeza agachada...

—Bienvenido —me ha dicho el chico de la tablet—. Muchos caminamos así, hasta que somos capaces de pararnos, y observar lo que nos rodea.

Este es mi reto, y el de muchos otros. Buenas noches.



sábado, 2 de agosto de 2014

El plano ladeado.

—¿Qué quieres de mí?
—No lo sé.
—¿Por qué no dejas de llamarme?
—Tampoco tengo respuesta.

Ella colgó. Y justo después, encontré todas las respuestas:

Quería recorrer el mundo con ella. Perderme en el azul infinito de sus ojos, aunque fueran marrones o verdes. Quería saltar por la ventana, como hacía años había hecho. Cogerle de la mano, mirarla de frente. Grabarla en mi memoria, como una postal. Cuidarla cuando estuviese enferma, reír cuando nos diese la gana. Bailar como si supieramos. Emborracharla de amor. De mi amor.

Quería cruzar el océano con ella. A nado.