viernes, 28 de agosto de 2009

Incendios de nieve

Ya ves, soy un loco y son más de las tres.
Ya sé que está mal romper ventanas de un bloque
para encontrarte y decirte
"no habrá mas reproches".

Intento mostrarte que lo mío es real.
Quise alquilar un cantante de peso
y la verdad, me asusté al leer esos precios.

No serás capaz de odiarme.
Tan sólo quería ilustrar
que quiero arriesgarme a conocerte
porque el miedo al fin cayó, al fin cedió.

Tu mira hacia abajo, llevo una banda especial,
doscientos sonámbulos que silban de miedo,
flautistas morenos y seis timbaleros, dos mancos
y espectros de noche que encontré en la ciudad,
como este anormal con un didgeridoo negro,
mal ventilado y peor de los nervios que yo...

No serás capaz de odiarme
si lo he empeorado aún más
que bajen tus labios y me callen
si no empezaremos a silbar.

...

Por si alguién aún duerme, incendios de nieve y calor.
A veces te pasas, incendios de nieve y calor.

Y al parecer nos sienta bien pelear.
Justo al contrario, fortalece más.
Supera esto, no serás capaz.
Supera esto, no serás capaz.

...

Todas las noches genero incendios de nieve con una lupa enfocando a la Luna, pero nadie me cree...



lunes, 24 de agosto de 2009

Mientras me duermo...


Y en tus sueños se clavan mis ojos, y en tus ojos se clavan mis deseos...

Allí donde nunca estuve, dejé una señal para que todo se cumpla. Una marca en la madera de aquel cartel informativo, sujeto por dos vigas de madera. En la de la derecha, arriba, en un lateral, escribí aquel deseo. Por la noche miré al cielo y hasta conseguí ver la vía lactea, y empecé a pensar que no estamos solos, que todas y cada una de esas estrellas que nos miran, son cámara de otras civilizaciones, más avanzadas que la nuestra. Un gran show de Truman...

Pero no voy a ponerme a contar lo que allí viví, sino lo que sentí. Vacío. Mi vida está llena de las cosas que ella vació. No se puede querer tanto a alguien sin haber un motivo aparente, verdad? Pues es mentira. El amor, querido amigo, no se entiende, tan sólo se siente. Y hasta los perros son dóciles si es una perra la que está delante. Se dejan intimidar, morder. Todo por seguir su instinto animal. No olvides lo que somos.

Y otra vez mi cama y yo, tu cama y yo, mi cama y tú. Y mañana lunes, y después nadie sabe. Si se acaba la gasolina, me muero, Luna. La fuerza del destino, decía Mecano.Me duermo, escribo sonámbulo, no sé ni lo que digo, pero sí sé lo que pienso. Pienso que ayer, cuando vi la mejor estrella fugaz que he visto nunca, grité tu nombre sin darme cuenta. Y la estela de esa estrella se quedó un segundo en el cielo, y una vida en mi pupila. Después me dormí, con el gorro de Mammut puesto...

Inevitable, dirían Los Piratas...Astromántico, dirían los Love of Lesbian...

Hasta mañana. Y nunca mejor dicho...

martes, 18 de agosto de 2009

La montaña canibal...



Si tuviera que definirme dentro de una escala que fuera englobando aptitudes y actitudes, quizás la de montañero ocuparía el último lugar, y la de ser humano la primera. No es fácil definirse ni como persona. Por mi condición y mi actitud hacia la naturaleza en toda su extensión, me considero amante de la montaña. En ella encuentro sensanciones que sería casi incapaz de describir. Paz, relajación, tranquilidad, unido a presión, reflexión, observación y concentración, hacen que los que nos movemos por las montañas sintamos algo especial que nos hace volver. Hace poco, leí que hay un montón de razones cuando escalas una montaña, frío, cansancio, sed, hambre, dolor, para darte la vuelta, y no llegar a la cumbre, y tan sólo una que te hace seguir hacia delante, querer llegar a la cumbre. Y esa, curiosamente, es la más fuerte, la que nos impulsa a seguir hacia delante.

Para muchos el Karakorum no significará nada. Para mí, quizás tampoco, pues desgraciadamente, no lo conozco más que en fotos, y mis sensaciones se limitan a lo que he podido leer o visionar en fotos o videos; un sentimiento de querer conocerlo más a fondo, y admirarlo, si cabe, más. Aquel que se adentra en el Karakorum, o en el Himalaya, tiene que experimentar sensaciones de otro planeta. Un lugar alejado de la humanidad, cuatro días andando a la población más cercana, y misterioso como ningún otro. Rodeado de algo que se mueve constantemente, el hielo. Muchos son los que se adentran allí, con un fin o con otro, buscando sensaciones. Pero desde luego, los que merecen mi más alto respeto son aquellas personas que realmente sienten la montaña como ese gigante que es, aquel al que hay que pedirle permiso para llegar a su cumbre, aquel que a la mínima nos pondrá en el límite entre la vida y la muerte. Y él tendrá todas las de ganar. Esa montaña canibal...

Hace un año fue Iñaki, un gran alpinista, en una de las montañas más difíciles según los que han estado allí, el que se quedó allí para siempre. Un final que seguro que el imaginó más de una vez. Buscando la dificultad, y la superación del hombre en la subida a la cumbre del Annapurna. Hace unos días, de nuevo, saltó la noticia de otro alpinista atrapado en las montañas. Esta vez a causa de una caida, en la bajada de una cumbre más dificil si cabe que la mayoría de las cumbres del Karakorum, el Latok II, una aguja de un conjunto de tres, a las que sólo se accede escalando de verdad, con una dificultad muy a tener en cuenta. Oscar se resbaló en la bajada, y se quedó colgando de su compañero, Álvaro, a través de la cuerda. Éste último logró anclarse a la pared de hielo, y bajar a su compañero a una repisa, con una pierna y un brazo rotos, después de un día colgados de la cuerda. Empezó así una bajada frenética en busca de ayuda, con tan solo una cuerda de 30 metros y un cordino. Consiguió llegar y pedir ayuda, dos días más tarde. El resto, más o menos, lo conocéis.

Pero seguro que nadie se ha parado a pensar en toda esta historia. En cómo tienes que abandonar a un amigo en la montaña, para buscar ayuda, sabiendo casi de antemano que es casi imposible que todo salga bien, pues el karakorum no es la Pedriza, ni siquiera los Pirineos. No, el Karakorum es letal, solitario, y allí los únicos helicópteros que vuelan son los del ejército, que tienen cosas más importantes que hacer (según ellos) que ir a salvar una vida. Y esos helicópteros, y eso pilotos, no están preparados para volar por encima de 5000 metros. Lo único que te queda es la impotencia...

Mucha gente estos días me preguntaba por qué no era posible que un helicóptero volase hasta donde estaba Óscar y le lanzase una cuerda para bajarle hasta el campamento base. Los que estamos más vinculados a la montaña entendemos el por qué, pero el resto de los humanos lo ve como una falta de voluntad y de medios. Recuerdo cómo se malinterpretaron aquellas imágenes del cuerpo de rescate de guías argentinos en el Acongagua, que parecían malos tratos. La montaña, hace que las personas sufran cambios muy bruscos, entre ellos, las congelaciones. Óscar tenía las manos congeladas, severamente, después de estar colgado un día entero sin poder protegerse del frío. No podía casi ni manejar el hornillo de gas para derretir nieve y así hidratarse. Atarse una cuerda, habría sido misión imposible, y más desde un helicóptero a 6300 metros; No hay base de sustentación, y eso sin contar con el viento...

Todo el operativo de rescate demuestra que el espíritu de la montaña sigue vivo, y que aún las personas son capaces de arriesgar su vida por salvar la de otro, como pasó con Iñaki, como pasó con los guías argentinos, y como ha pasado con Óscar. No han sido los primeros que se quedaron en la montaña, ni serán los últimos, desgraciadamente. Pero todos y cada uno de los que allí descansan saben dónde iban y dónde podían quedarse...

Desde aquí, mi más sincero apoyo a familiares y amigos de los montañeros de Peña Guara. Seguiremos subiendo montañas, y siempre estaréis, todos aquellos que os dejásteis la vida en ellas, siempre estaréis con nosotros...

domingo, 16 de agosto de 2009

Dime tú qué es...


Ganas de gritar, de saltar. Guiña un ojo, y vuelve a guiñárselo, Sonríe, SOnríe, SONríe, SONRíe, SONRÍe, SONRÍE!! Vuelve a saltar, todavía más alto. Escala lo que quieras, una barandilla, un escalón, una montaña de sueños. Lanza una zapatilla bien lejos. Lanza dos zapatillas, atadas por los cordones, y consigue que se queden colgando de un cable de la luz, o del teléfono, como en aquella película (Big Fish). Corre!!!. Corre más rápido. Te persiguen y persigues, o nada de eso. Rebózate por la arena, rueda por el cesped, mánchate, y métete en el agua, en la piscina, en el mar, en el océano; con ropa, sin ella, pero con Ella, o con Él. Con ELLOS. Pasa un día en el parque, y busca las mejores maniobras de escapismo para darte cuenta de que no podrás escapar de tu primera combustión, de Marlene, esa gran vecina que en 1999 te dijo Miau. Salpica, coge aire y sumérgete. Escucha...Escucha el silencio, el ruido de lejos, las voces de tus amigos fuera del agua. El rumor de tu corazón. Siente...!

Encuentra universos infinitos, y piérdete antes de la hora de comer. Busca a la niña imantada, y crea noches reversibles, una y otra vez. Cierra los ojos. Y vuelve a abrirlos. Nota el aire en tu cara, en tus labios húmedos, en tu corazón. Aires de nube azul, fresco. Vuela en la noche, pero no dejes de volar por el día. Sigue volando, sintiendo, tocando. Coge una mano, siente un abrazo. Derrama una lágrima, pero que sea siempre de felicidad. Convierte a los sapos en príncipes, y a las ranas en princesas. Vuelve allí donde solías gritar, y vuelve a hacerlo, y que tu grito llegue allí donde no se escucha el eco del latido de los corazones. Di lo que sientes, no te lo calles, exprésate, pinta. Escribe con un compás si es necesario, en un banco de un parque, en una pared, en una roca (nunca en un ser vivo). Abraza a un árbol, disfruta del vuelo de un ave, mira a los ojos de alguien, aunque sean los ojos de tu perro. Siente ese AMOR en ti, ese que te regalan todos los días sin que te des cuenta.

Hazte fan de John Boy, canta un villancico para tu cuñado, pinta los colores de una sombra, o haz una parábola del tonto que fuiste hace tiempo cuando pensanste que aquellos días serían para siempre, cuando te llamaban Octubre, y creías en Limousinas, cuando los domingos eran astronómicos o astrománticos. Vuelve a escuchar a los niños del mañana, junto con la música de ascensores, y recuerda aquella gran frase del Apolo, Houston, tenemos un problema. Escribe una carta a todas tus catástrofes, o mejor, no lo hagas, no les digas que ahora sonríes sin ellos, o sin ellas. Ámate por encima de todo y, si quieres, reza a Shiwa, aunque ya se sabe que Dios por Dios es cuatro.

Rompe las ventanas, y en el segundo asalto que le das a tu vida, crea incendios de nieve, aunque sea con una lupa, . No hagas caso a las malas lenguas, y olvida al ectoplasta, y esas cuestiones de familia que ya ni te van ni te vienen. Riega algunas plantas, y escucha lo que te dicen...

Admira cómo te deslizas como si fueras de viento, y al contacto de mis dedos te desvanecieras...

Hazlo cuando te diga ya....YA!

LOL: Un pedacito de mi locura...

jueves, 13 de agosto de 2009

Dedicatoria...

Me han pedido que escriba algo. Algo que sea parte del ciclo de la vida, que una un extremo y otro de nuestro viaje...

Siempre me he preguntado en qué consiste la vida. Durante muchos años no supe nada de ella. Ni siquiera de niñas. A dónde corren las niñas, se preguntaba Otto. Crecí en un colegio donde me resulto siempre extraña mi presencia. No tenía casi amigos, y siempre estaba rodeado de arena y coches de metal, de esos con los que se juega de pequeño. Soñaba con aventuras que leía en los libros, o que veía en los documentales que había en el cine. Por aquel entonces, la televisión era parte de pocas familias.

No presté gran atención a mi formación, y cuando me quise dar cuenta, tenía un trabajo que nada tenía que ver con lo que siempre había soñado; ser aventurero. Mi adolescencia había pasado tan deprisa que no le presté atención. Conocí a aquel hombre extraño, que daba besos a todas las cosas, y a todas las personas, y que un día fue ejecutado por ser precisamente eso, extraño. Nadie va dando besos por ahí. Durante mis primeros años de trabajo me formé como persona, y hubo personas que, sin quererlo, me ayudaron a comprender un poco el significado de la vida. Pero no fue hasta pasados unos cuantos años cuando sentí por primera vez esa punzada en el corazón. Aquella chica me dejó sin respirar durante unos segundos, y mis ojos no querían cerrarse por temor a que desapareciera. Supe que estaba enamorado, que ella tendría que ser algo importante en mi vida...

Pasaron algunos años, aquella chica siguió su vida. Era lógico, pues nunca me acerqué a ella. Por fin, un día, me arme de valor, y después de mucho observarla, comprendí que había llegado el momento de hablar con ella. Me presenté, y le dije que quería compartir mi vida con ella. Su cara fue de asombro total. Pero aguantó bien la situación. Me dijo que estaba comprometida, y que no podía cambiar eso, aunque no amaba a su pareja. Pero la naturaleza es lista, y la situación cambió por completo unas horas después. Su prometido, falleció de un ataque al corazón mientras se duchaba. Caprichos del destino, supongo.

Así comenzó una gran historia de amor, compartiendo las mismas inquietudes. Fueron muchos días a recordar, muchos años de felicidad que son imposibles de resumir en estas pocas palabras que hoy me piden que escriba. Hace tantos años de aquella primera vez...Aún recuerdo su mirada, amable y profunda, que años después conservaba aún. Hoy, tres años después de nuestro último adiós, aún se me clava esa mirada. No sé si conseguí hacerla feliz. Nunca fue mi fuerte. Pero ella sí que consiguió que ahora, cercano a mis últimos días, mis últimos meses de vida, comprenda el sentido de mi vida. Ella fue el sentido de mi vida. Tuve una vida autónoma, independiente. Pero siempre a su lado. ¿Quizás no es eso lo más bonito del Mundo? Yo ahora creo que sí, que yo si puedo decir que he vivido.

Ahora sólo espero mi turno, que llegue mi momento. Estoy tranquilo. Tengo gente que me quiere, y dejo una herencia que mis hijos y nietos han sabido respirar. Eso es lo que quería. Ya estoy tranquilo...Es tiempo de marchar.

viernes, 7 de agosto de 2009

De nuevo tres...


Ando de paso entre mis vacaciones, comenzaba otro relato que escribí hace tres años...

Ando de paso entre mis vacaciones, entre lugares que siempre quedarán en mi retina. Empiezo un viernes frenético, pensando en que todo y nada es posible, desde un arroyo en mis montañas preferidas, las de Madrid. Llego a casa, todo preparado, esperando una señal, que tarda en llegar, pero llega. Inicio así un viaje hacia mi interior, sin darme cuenta, camino del Océano Atlántico. No es a ti a quien voy a conocer, ni siquiera los lugares que visitaremos. Es a mí. Sin darme cuenta paso unos días que me van a marcar, que me van a ofrecer otra visión respecto a mi mismo. Además, te conozco a ti. Hablas, desde dentro, con miedo a lo que puedas expresar o sentir. Nos han marcado tanto personas de este planeta, que nos preocupa, aún sin darnos cuenta, de que sí nos importa lo que pueda pasar. Somos humanos, y nos han enseñado eso. Me cuesta darme cuenta de todo, pero al final, una vez lejos de las olas y esas paredes que hemos subido, me doy cuenta de que, a pesar de todo, sigues siendo una campanilla, con alas para volar. Ahí tienes la libertad para poder hacer lo que quieras, incluso compartirlo conmigo.
Duermo en Madrid, lugar de paso entre tantos y tantos destinos, cerca de todo y, a veces, tan vacío. Sueño que alguien duerme a mi lado y me da un beso en la mejilla al levantarse por la mañana. Gracias por cuidar de mí. Deshago y rehago la maleta, y otro destino en mi cabeza, esta vez, con ganas de llegar allí donde siempre quise. Más adentro...

El Norte nos recibe con sol, curiosamente, y una sonrisa de una niña francesa revive en mi recuerdos de tiempos pasados. Quizás el camino siempre es el correcto, aunque nos empeñemos en cambiarlo. Trepo, trepo y trepo, agarrado a una piedra que corta como un cuchillo. Una de las pocas veces que he sentido miedo real. Todo nace y muere, hasta el amor. El tiempo nos apremia, pero sólo si se lo pedimos. Y el otro tiempo, empieza a nublar los cielos. Es casi de noche, pero algo me llama a querer subir a dormir en la penumbra, rodeado de grandes picos. Tardamos en recorrer el camino poco más de hora y media, mientras que en la guía ponía 3 horas. Somos unos bestias, y un día nos pasará algo. Pero estamos allí, aunque la niebla no nos deja ver nada. Tan sólo escucho. Escucho el silencio, la brisa que envuelve algo enorme. Me duermo, o lo intento. Es como cuando de pequeño quieres ver a los Reyes Magos, y te pasas toda la noche despierto. Por fin amanece, y tan sólo un giro de mi cabeza me separa de él gran pico. Ojalá estuvieses a mi lado, físicamente. Mi cuello se dobla hacia detrás, contemplando la belleza extraordinaria del Urriellu.
Pero el cielo a veces es sensato, no como yo, y no me permite llegar hasta arriba. Las intenciones las dejé en el coche junto con las cuerdas y el material. Te esperaré, si ese es tu deseo. Regresamos al coche, y nos encaminamos hacia la playa, allí donde una vez dejé escrito en un papel mi teléfono junto con una nota que hablaba de tus ojos, mientras tú servías los platos que mi familia de adopción había pedido. Mi hermanita se partía de risa cuando me vio escribir aquella nota. Elegimos el otro chiringuito, pero como por arte de magia, de repente, apareciste, y me costó reconocerte, aunque esos ojos, pequeña, no se olvidan. Pregunté si eras tú, y acerté. Pero tú no creo que te llegues a enterar de esto, no te lo pregunté a ti...todo aquello se quedó en el pasado. Junto con muchas cosas...

El tiempo no acompaña, pero no impide que salgamos a cenar a aquel pueblo donde un río ha convertido el pueblo en una especie de encuentro de gente y gente y gente. No podría calificarles, puesto que hay de todo. Incluso yo mismo he vivido aquello. Pero no me gustó. Después de cenar una gran persona me hace un guiño, y consigo sacarla una sonrisa. Gracias a ti... Mi vida pertenece al sueño, después de dos días duros y uno casi sin dormir, así que me refugio en una cama de un hospedaje. Por eso de cambiar de aires. Sueño sorprendentemente con mi Latika, con gran cariño. Es imposible, seguro, pero me despierto feliz.

Madrugo, pero no para hacer surf, como me hubiese gustado, sino para cambiar de nuevo el rumbo. Hago repaso de lo aprendido, y me doy cuenta de que las canciones malas de cantautor me aburren. Que los molinos de viento son peligrosos para las aves, y que gastan más de lo que generan. Ya no me gustan, aunque seguiré diciendo que la primera vez que vi ese campo de estrellas rojas en el cielo, sentí algo hermoso. Que soy un triste, jajajajaja. Una vez me dieron el premio a la mejor sonrisa, pero la de verdad, es la que sonríe por dentro. Mira detrás de ti. Estaré sonriendo.

Camino de Valencia...aquí me encuentro.

"No sé cuántas vidas me quedan, pero en aquel momento, quería vivirlas todas con mi madre. Esquiar hacia arriba."

lunes, 3 de agosto de 2009

Les vents du Portugal...

Hacía calor aquella tarde, y ella se retrasaba. Me quedé dormido en el sofá esperando que el teléfono sonase. Un par de horas más tarde ocurrió, y ya no había marcha atrás...

El atardecer perseguido, el sector 3 de Guincho, tu dolor de espalda. Los masajes. La lluvia, la huida hacia más lluvia. Empapados bajo la lluvia y las nubes, sin ver nada. La pasta al gusto! El Sol...la playa, la primera vez que te escuché hablar de ti, en la arena de la playa. Los surferos y kite surferos. Escalando contigo. Escuchándo tu sincero interior mientras escalabas. Las fuerzas que saqué a saber de dónde para llegar arriba de ese V- V+. Tú conduciendo. Huevos! Intento de ver una película, y dormirnos. Tu espalda y el masaje. El despertar. La locura en la playa. Mi ímpetu, compensado por tu sensatez. Otra playa, calor. De qué color son tus ojos. De nuevo tú conduciendo. Un paisaje espectacular. Una cala llena de conchas. Trepar antes de escalar. La bajada. Otro camping. El brillo de tus ojos después de una ducha, cenando en un Mc Donalds. Lechuga. Lo has conseguido. Enrique y Ana. El coche al camping mientras intentaba encontrar esa palabra. Viento. Mucho viento. Otra playa. Al coche de nuevo. Hasta Madrid.

De nuevo el brillo de tus ojos. Mis dudas, mi no entender. Mi no querer entender. Me paro. Pero sigo. Por fin hablas, y me gusta. Me siento menos prisionero. Claro que quiero volver a quedar...

Lo siento. Nadie me enseñó a querer. No hay instrucciones, y a veces puedo resultar pesado. Pero es con toda la mejor voluntad. Sólo dejate llevar...cuando estés preparada. Nadie sabe cuando será eso...

Gracias por estos días...