Llegar al trabajo y encontrarte miles de marrones. Ella se pone seria, se enfada un poco, y tú te dejas influir por ello, porque quieres que siempre esté feliz. Ansiedad, locura, ganas de descargar esa ira...
Y de repente, ella sonríe. Y todo cambia. Tu gesto se relaja, sonríes con ella, y te fundes en un abrazo, o una caricia. Un momento de intimidad en medio de toda la vorágine que os rodea.
Te necesito. Todos los días de mi vida.
Yo también, rayito de sol.