miércoles, 16 de septiembre de 2015

Comprender que no puedes comprender nada.

Se hace duro. Cruzar mi mirada con la tuya, como si nada. Un tímido hola. Desconocido. Impersonal. Se hace duro tocar tu mano, sentir esa caricia, fugaz. Y saber que no puedes cambiar las cosas. Que tomaste la decisión y ella se merece mucho más de lo que le puedes dar...

Es duro darse cuenta de eso. El amor, ese gran desconocido, resulta que no lo era tanto, y que ha habitado en ti en alguna que otra ocasión. Y justo esta vez, la que querías que fuese así, no llegó. Se quedó en las puertas. Lo intentaste, lo deseaste. Porque era necesario. Pero no llegó. Y el día que decidiste darte por vencido, ella no lo comprendió, o al menos, no del todo.

Siempre amo. De la mejor manera posible. Agradezco todos y cada uno de los gestos que me regalan las personas que se cruzan en mi camino. Bueno, algunos no. A algunos les partiría la cara, pero no soy violento, y no me gusta pegarme con nadie. Pero a la mayoría, les amo. En mayor o menor medida. Y luego, por encima de todo esto, esta enamorarse...

Y eso sólo ocurre las noches de luna llena, supongo. Y aquella, desgraciadamente, no lo fue.

No estoy feliz por ello...


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