domingo, 29 de marzo de 2009
martes, 24 de marzo de 2009
La crisis del cuarto de vida...
Le llaman la crisis del cuarto de vida.
Existe un momento durante tu etapa de los 20 a los 30 en el que te empiezas a sentir inseguro y te preguntas dónde estarás en un año o dos.
Te asustas al darte cuenta de que apenas sabes dónde estás ahora.
Te das cuenta de que hay un montón de cosas sobre tí mismo que no sabías, y que quizás no te gusten.
Te empiezas a dar cuenta de que tu círculo de amigos es más pequeño que hace unos años atrás...
Te das cuenta de que cada vez es más difícil ver a tus amigos y coordinar horarios... por diferentes cuestiones: trabajo, estudio, pareja, etc.. y cada vez disfrutas más de esa cervecita que sirve como excusa para charlar un rato.
Las multitudes ya no son "tan divertidas"... hasta a veces te incomodan.
Y extrañas la comodidad de la escuela, de los grupos, de socializar con la misma gente de forma constante.
Te empiezas a dar cuenta que mientras algunos eran verdaderos amigos, otros no eran tan especiales después de todo.
Te empiezas a dar cuenta de que algunas personas son egoístas y de que, a lo mejor, esos amigos que creías cercanos no son exactamente las mejores personas que has conocido y que la gente con las que has perdido contacto resultan ser amigos de los más importantes para ti.
Ríes con más ganas, pero lloras con menos lágrimas, y con más dolor.
Te rompen el corazón y te preguntas como esa persona que amaste tanto te pudo hacer tanto mal.
O quizás te acuestes por las noches y te preguntes por qué no puedes conocer a alguien lo suficientemente interesante como para querer conocerlo mejor.
Y pareciera como si todos los que conoces ya llevan años de novios y algunos empiezan a casarse. Quizás tú también amas realmente a alguien, pero simplemente no estás seguro si te sientes preparado para comprometerte por el resto de tu vida.
Atraviesas por las mismas emociones y te preguntas una y otra vez, y hablas con tus amigos sobre los mismos temas porque no terminas de tomar una decisión.
Los ligues y las citas de una noche te empiezan a parecer baratos y emborracharte y actuar como un idiota empieza a parecerte verdaderamente estúpido.
Salir tres veces por fin de semana resulta agotador y significa mucho dinero para tu pequeño sueldo.
Miras tu trabajo y quizás no estés ni un poco cerca de lo que pensabas que estarías haciendo.
O quizás estés buscando algún trabajo y piensas que tienes que comenzar desde abajo y te da un poco de miedo.
Tratas día a día de empezar a entenderte a ti mismo, sobre lo que quieres y lo que no.
Tus opiniones se vuelven más fuertes.
Ves lo que los demás están haciendo y te encuentras a ti mismo juzgando un poco más de lo usual porque de repente tienes ciertos lazos en tu vida y adicionas cosas a tu lista de lo que es aceptable y de lo que no lo es.
A veces te sientes genial e invencible y otras... solo, con miedo y confundido.
De repente tratas de aferrarte al pasado, pero te das cuenta que el pasado cada vez se aleja más y que no hay otra opción que seguir avanzando.
Te preocupas por el futuro, préstamos, dinero... y por hacer una vida para ti.
Y mientras ganar la carrera seria grandioso, ahora tan solo quisieras estar compitiendo en ella.
Lo que puede ser que no te des cuenta es de que todos los que estamos leyendo esto nos identificamos con ello.
Todos nosotros tenemos "veintitantos" y nos gustaría volver a los 17-18 algunas veces.
Parece ser un lugar inestable, un camino en tránsito, un desbarajuste en la cabeza... pero TODOS dicen que es la mejor época de nuestras vidas y no tenemos que desaprovecharla por culpa de nuestros miedos... Dicen que estos tiempos son los cimientos de nuestro futuro.
Parece que fue ayer que teníamos 18...¿¡Entonces mañana tendremos 30!? ¿¿¡¡¡Así de rápido!!!???
La vida no se mide por las veces que respiras, sino por aquellos momentos que te dejan sin aliento...Quizá le ayude a alguien a darse cuenta de que no está solo entre tanta confusión...
(Sacado de uno de esos pocos buenos forwards)
jueves, 5 de marzo de 2009
Confianza...
Recuerdo cuando empezaba a escalar. Los primeros pasos en una pared, sin cuerda, a poca altura. Era bastante fácil, mientras no te empeñaras en subir algo que tu fuerza era incapaz de darte por sí sola. Subir, llegar a lo alto de una piedra; ese era el reto.
Con el tiempo probé la escalada. Ya no era escalar piedrecitas en el jardín. No. Era algo más complejo. Había que disponer de Arneses, cuerdas y un montón de nombres técnicos de cosas que servían para poder sujetarse a la pared y no caerse...La primera vez que subí una pared de más de 2 metros, unos 15, me temblaba todo. No sabía ni colocar los pies, ni las manos, y llevaba puesto el arnés con la cuerda y no me fiaba de ello...
Todo el mundo me decía: CONFÍA. Sí, claro, que fácil les resultaba. Pero lo difícil era estar allí, en un terreno desconocido, recién descubierto, que se perfilaba como eso que siempre habías deseado hacer, y no querías que nada, ni nadie, estropease un momento tan mágico como ese que estabas experimentando...Poco a poco conseguía subir, como podía, sin prestar atención, hasta que un buen amigo, me enseñó el arte de la escalada.
La escalada no consistía en hacer el bruto, sino en la confianza en uno mismo, y en sus apoyos. Mientras todo estuviese con confianza, no habría problema. Así mismo, la cuerda y el arnés era otra extensión de esa confianza, por si algo fallaba. Me costó comprender el concepto. Yo no confiaba en lo que me rodeaba. Había tenido una experiencia terrible con el Snowboard, y todavía no había superado ese trauma. Pero mi amigo, poco a poco, y con mucha delicadeza, consiguió que yo sintiera esa confianza. Me demostró que, a pesar de que uno tenga poca fuerza, si sabemos colocarnos en la pared, podremos subir sin tanto esfuerzo. Era una simple observación de lo que había en la pared, y asimilar que éramos capaces de lograrlo.
Así subí mis primeras paredes, entre el miedo y la desconfianza, para pasar a la valentía y a la confianza. Es cierto que hay límites, pero siempre te los pones tú. Yo, con unos amigos, conseguí subir un poco la vía de escalada más complicada del mundo. Inalcanzable para mí, pero con astucia y confianza, logramos colgarnos de ella. La primera vez que confié en la cuerda, me di cuenta de que no estaba solo, sino de que había más cosas a mi alrededor que velaban por mi seguridad, y casi me decían lo que estaba haciendo bien, o haciendo mal...simplemente con el sentido común...De esa manera, llegué donde creí que nunca llegaría, y desde allí, un poco más arriba, y un poco más arriba, y un poco más arriba...
Ahora, cambia la escalada por el amor. Verás que tampoco es tan distinto...todo se basa en confiar en tí mismo, en saber que puedes lograrlo, en aferrarte a ese sentimiento y prolongarlo hasta que consigas llegar a buen puerto...Y el amor tiene una ventaja respecto a la escalada, y es que se puede hacer estando los dos muy juntitos...
Dedicado...
domingo, 1 de marzo de 2009
Sensaciones...
Llevo 29 años en este planeta. Llevaré otros tantos recordando momentos, lugares, emociones, sensaciones...Me encuentro en un pequeño pueblo del Pirineo español, rodeado de montañas nevadas, en una pequeña buhardilla de madera que me permite crear quimeras y sueños. Siento paz y armonía, a pesar de tener el corazón revuelto, dando tumbos. Se me asemeja un poco a la película de Wall-e, cuando conoce a EVE, y el se dehace en detalles para ella, y ella tarda un poco más en darse cuenta de que realmente le necesita. Así está hoy mi corazón...
Supongo que la vida es como un juego, como dice mi gran amigo Jesús, desde esa lejana China. Tiene toda la razón. Y además, añade que los que nos atrevemos a jugar con ella estamos ganando de antemano, pues las sensaciones que obtendremos de ello no llegarán a sentirlas personas cuyas vidas están llenas de las más monótonas rutinas. Quizás hace tiempo, mucho tiempo, yo era así. Recuerdo que grababa cintas de casette de la radio, y luego las escuchaba para ver lo que había grabado, y etiquetar por fuera la carátula con todos y cada uno de los nombres de las canciones que esa cinta contenía. Era muy ordenado. Llegué a etiquetar unas 80 cintas...y luego...Luego me di cuenta de la importancia que ello tenía. No me importaba saber qué había fuera...tan sólo quería saber que había dentro. Un día, dejé de hacerlo, sin ningún motivo. Mi vida siguió igual que todos los días...
Pero esas pequeñas cosas que hacemos de vez en cuando, sin darnos cuenta, son las que nos marcan este viaje llamado vida. Nadie sabe lo que nos espera después, quizás otro viaje. Pero lo que podemos hacer mientras es disfrutar de este. Yo tardé tiempo en darme cuenta. Quizás no debería de poner esto, pero hace poco alguien hizo vibrar mi corazón como hacía tiempo que no vibraba. Sí, las sensaciones son así de brutas; llegan y no se pueden parar. Hay que vivirlas...y después de esa brutalidad de sesación, llega la pausa. El miedo. Miedo a no poder controlar todo eso. A cambiar tu vida. Tu vida. La suya. Si de algo me arrepiento es de las cosas que no hago. No llegué a irme nunca fuera de este país por si aparecía el amor de mi vida justo antes de irme. Qué tontería...
Parafraseando a personas que tengo mucho aprecio, podría decir que los peores antros, a las peores horas, están llenos de la mejor gente. Que todo es posible en esta vida, incluso enamorarse, y vivirlo. Sí...Vivirlo. Es tan difícil como escalar el K2, mi montaña soñada. Pero sé que se puede...y lo mejor de todo, lo bonito no es llegar a la cumbre. No, lo bonito es el camino recorrido hasta llegar allí...
En mis oídos resuena música que me transporta a aquellos paisajes del Tibet, del Karakorum...del Himalaya. Allí donde nunca estuve, donde siempre soñé ir...donde mi corazón es libre y vuela, puede sentir sin miedo a nada. Todo es puro...Siempre soñé con esa sensación, y por eso, cuando la noto aflorar de vez en cuando no me gusta pararla.
Si has llegado hasta aquí, gracias por hacerme un hueco en tu corazón...
En mi mente no deja de aparecer una frase una y otra vez...
"Yo te voy a querer siempre, y si se acaba la gasolina, me muero..."
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