lunes, 18 de enero de 2010

Por delante de mi portal...

Me levantaba siempre a las 8 en punto de la mañana. Con esa melodía tarareada por nuestra cuidadora, una bellísima persona que hacía que la odiaras a esas horas, aunque luego te recompensaba con el desayuno listo y preparado en la mesa de la cocina.

No solía decir ni una sola palabra hasta que mi madre llamaba por teléfono. Es una costumbre que aún no ha perdido, la de llamar siempre por teléfono, aunque haya hablado contigo el día anterior de lo mismo. A duras penas mi garganta rasgaba algunos monosílabos. El ritual de todos los días. Después del desayuno, a ver la tele, cinco, diez minutos, hasta que las vecinas llamaban a la puerta, o nosotros llamábamos a la suya. Una rutina durante muchos años.

Había días que me levantaba más contento que otros. Quizás, en todo esto, algo tenía que ver lo que había pasado la mañana anterior. Algunos días, una pequeña sorpresa me esperaba en la calle. Una sonrisa, unos ojos azules como el cielo más puro, una melena rubia lisa brillante como si estuviese recién mojada por el rocío de la mañana. Algunos días. Por delante de mi portal. Nadie se dio nunca cuenta. Tan sólo ella y yo.

El tiempo pasó, y supongo que en algún momento el camino por el que andábamos los dos se separó, sin darnos cuenta. Nunca supe su nombre, ni su colegio, ni siquiera donde vivía. Ella tan sólo alegraba mi rutina de días de colegio, de pensamientos vacíos. Mi primer amor, podría decirse. Quién sabe qué fue de ella...

2 comentarios:

Alía Mateu dijo...

Probablemente esa energía de ojos azules se haya convertido en otra cosa que ahora te hace feliz. Todo se transforma.

Mariona dijo...

Como dice mewy, la energía ni se crea ni se destruye, se transforma..

Y yo creo que en este caso lo tenemos claro..


besos.