viernes, 12 de diciembre de 2008

Capitulo 2. Amapolas...

Melqui se hizo un porro. Era su costumbre diaria, meditada, contrastada. Yo no solía fumar. Hace años lo había hecho, pero nunca le encontré sentido más que para autodestruirse la vida. En ciertos momentos, me apetecía ese sinsentido, y lo hacía, más para sentirme mal que para sentirme bien, aunque en algunos momentos, cuando estaba realmente a gusto con alguien, fumaba porque realmente me apetecía. Tenía, además, una ventaja o un inconveniente, según se mire; no me afectaban los porros. Me dejaban igual, o al menos, yo no notaba nada.

-¿Qué hacemos hoy?
- Hay un concierto en Leganés, tocan LOL y algunos más.
- Pues nos acercamos a verlos, ¿no? Hoy toca jueves tonto, que hace mucho que no salimos un jueves tonto.

Perfecto. Era lo que necesitaba. Un concierto de unos amigos, y dejar de pensar en Lara. Siempre con Melqui, un gran amigo que, a pesar de ser un cabeza loca y un fumao, era capaz de razonarme las cosas y llevarlas a la simplicidad. Por eso era mi amigo. Paramos a comprar algo para cenar, y nos fuimos hacia Leganés. Hacía algunos años había estudiado allí. Recordé aquellos días muy levemente, como si realmente no hubiesen tenido importancia. Poca tuvieron. Aparcamos, y compramos un par de entradas. Al rato, mientras buscábamos un cajero, Melqui se encontró una entrada. Mira que tiene suerte-, pensé. La vendimos y recuperamos parte de la pasta gastada con las nuestras.

Era curioso la cantidad de gente variopinta que había en la sala. Madres con sus hijos, raperos, bacalas, pijos, hippies...un conjunto de gente que nunca coincidiría en otro lado. Pero era por una buena causa, y todos los grupos que tocaban se habían unido por los derechos humanos. Dimos una vuelta, para tantear el ambiente. Compramos un mini de calimocho, para al menos aguantar un poco la cantidad de grupos que tocaban que no eran de nuestra devoción, y oteamos buscando algun grupo de chicas que mereciera la pena. Demasiado exigentes. No encontramos nada que nos llamara la atención, así que nos quedamos al lado de unas chicas que parecían jugadoras de baloncesto, y que al menos se lo pasaban bien, bailando y cantando, algo que no abundaba mucho por el recinto, extrañamente.

Me rondaba por la cabeza Lara. Su hermano llegaba a Madrid para estar el fin de semana, y todos los planes se habían centrado en él. Eso me dejaba fuera de juego por 4 días, que sumados a lo que llevaba desde el lunes eran casi toda la semana, con el sólo contacto de sms, pues había intentado hablar con ella por teléfono, pero no había podido cogerlo. Estaba pensando en llamarla en alguna canción, cuando de repente, anunciaron que salían LOL. Empecé a saltar. Yo era un poco culpable de que LOL empezara a sonar en Madrid, de que mis colegas de Barcelona fueran conocidos más allá del barrio de San´t Vicents de L´Horts. Me sentía feliz viéndoles allí. Hacía un par de meses había sido el fin de gira, y había sido un día mágico. Empezaron con Los colores de una sombra, un tema genial, donde demostraron todo su potencial. Mágico momento...analizaba la letra, como siempre, intentando acoplar esa letra a mi vida. Continuaron con Me amo, canción de amor propio, como diría un gran cantautor.

La gente los aceptó bastante bien, a pesar de que sólo tocaron dos temas. El concierto continuaba, y con tanto grupo, aquello empezó a decaer un poco. Aguantamos hasta las doce. Salimos y comimos las sobras de nuestra cena. Aún nos quedaban los donuts, todo un lujo. Decidimos ir a la capital para probar suerte con nuestro jueves tonto. Teníamos ganas de darlo todo. Fuimos a la Latina, a Huertas, Tribunal, Malasaña, Argüelles. Nada. No había rastro deque la gente se lo estuviese pasando bien. A la desesperada, fuimos hacia los bares de Ciudad Universitaria. Y de repente, a mi izquierda, en una calle, lo vi. Calle de las Amapolas. Melqui diría que voy provocando las casualidades, pero es que eran demasiadas. Lara era un Amapola. Me lo había contado un día sin pronunciar palabra alguna, con la mirada. Me había dicho que tenía el corazón rojo, que sus piernas y brazos eran verdes, y que su persona, su alma, era frágil como las amapolas. Pero ella no se había dado cuenta de aquella declaración, y yo un día le llamé Amapola sin darme cuenta. Hice una foto, y se la envié con el móvil. La noche, sin sentido, había tenido un fin. Un campo de amapolas, un campo entero lleno de flores...

2 comentarios:

Lara tiene alas dijo...

"La noche, sin sentido, había tenido un fin. Un campo de amapolas, un campo entero lleno de flores..."

Cuando regalas estas palabras ya no hay noche. ya no hay día.

Muaks de lunes

Lara tiene alas

Sílvia dijo...

me encantan las flores,
(y las nuebes), y bañarme en salitre, y sentir que estoy cambiando.. aunque sólo sea un poco..


me ha gustado,
adoro todos los sinsentidos