miércoles, 18 de noviembre de 2009

Último capítulo, de momento. Aclaraciones más abajo.

Bueno, perdón por el retraso a todos aquellos que en estas últimas semanas habéis estado siguiendo esta historia. La verdad es que todo empezó un poco de coña, y poco a poco se ha ido convirtiendo en algo que me ha llegado a gustar mucho. Nunca se me dio demasiado bien escribir más allá de un relato corto, y gracias a vuestros ánimos y apoyos, y sobre todo la aceptación de la historia, me animé a escribir mucho más. Ahora puedo deciros que tengo la historia. Pero también he de deciros que no está escrita. Escribir un libro no es cuestión de unas horas, o unos días. Me he dado cuenta de que hay mucho trabajo detrás, de que constantemente, como en el cine, tienes que estar pendiente del racord, de que todo concuerde, y eso, es una cosa bastante complicada!

Hoy publico el sexto capítulo de estos textos, que puedo empezar a considerarlos una historia larga. No sé si el argumento me dará para un libro largo, aunque puede que llegue al doble de capítulos, por lo menos. El caso es que aún tengo uno escrito, pero que de momento no voy a publicar. Quiero seguir avanzando en la escritura, a ver si lo acabo. Voy a presentar hasta el capítulo anterior en las editoriales. Aún no sé cómo lo voy a hacer, pero hay que intentarlo. Quizás siempre soñé con escribir un libro, y nunca me vi capaz. Creo recordar que es una de las cosas que dicen que hay que hacer en la vida, escribir un libro. Pues este es mi reto.

Si que quiero pediros un favor a todos los lectores. Opinión. Mojaros. Os gusta, sí o no, qué os gustaría leer, o si véis con buenos ojos que lo presente a una editorial para intentar publicarlo...Vosotr@s sois el libro, sin vosotr@s yo no soy nada. Ni nadie. Gracias, y que os guste...





Capítulo 6. Un domingo de transición.

Amanecí en el sofá del salón. Era la primera vez que me pasaba. Intenté recordar por qué estaba allí, y al tirar del hilo descubrí que no había soñado nada. Alba estaba en Madrid, y teníamos una hija. Era una verdad que ya no podía negar. Me incorporé lentamente del sofá. La cabeza me daba vueltas, y además me dolía un poco la garganta. En la mesa de centro del salón vi que estaba el bote de propóleo, y supuse que me había tomado ayer una cápsula. Me tomé otra. Una canción venía a mi mente…”Me levanto temprano, moribundo…”.
Busqué el teléfono móvil para ver la hora. Estaba en modo silencio, y un sms a punto de enviar en el borrador. Era para mi madre: “Soy padre, y por consiguiente, vosotros sois abuelos”. Pero no había llegado a enviarlo. Casi mejor, porque era algo complicado y mi madre podía pensar cualquier cosa. Eran las 11 de la mañana del domingo. Otro domingo de transición. Decidí apagar el móvil y desconectar el teléfono de casa, y justo en ese momento le dio por sonar. Descolgué el auricular. La única que podía ser era mi madre.

- Qué hay, madre…
- ¿Madre? Pues sí que te ha afectado, sí…
- ¡Lorena! Perdona, es que la única que me llama a casa es mi madre, lo sabes…No había pensado que tenías el teléfono de casa.
- Te he llamado al móvil, pero como lo tienes apagado…
- Sí, lo acabo de apagar. No quiero hablar con nadie hoy. Creo que me voy a pasar el día meditando un poco. ¿Qué día te vas?
- Me quedo hasta el miércoles…Hoy te dejo que estés solo, que sé que lo necesitas. Voy a aprovechar y comeré con mis padres y me acercaré a ver a mi hermana a su nueva casa. No te conté, pero se ha ido a vivir con un compañero de trabajo a Alcobendas, a un piso de alquiler. Creo que es un ático, por lo que recuerdo. Lo mejor de todo es que el tío tiene 40 años…
- Tu hermana sí que sabe buscárselos de su edad, eh?- dije. La hermana de Lorena tenía 24 años, y era igual de guapa que Lorena. Eso sí, había sido mucho más golfa que su hermana, y ahora intentaba encontrar su sitio. Como el resto del mundo.
- Sí, es una joya. Voy a tener que darle algún consejo…
- No, mejor no digas nada. Que sea ella la que elija el camino que quiere seguir…si no es lo que tiene que ser, ya se dará cuenta…Pero a mí no me parece mal que lo disfrute…

La hermana de Lorena se llamaba Violeta. De pequeños, ella algún día se juntaba con sus amigos de la urba y se pasaban la tarde con nosotros. Se llevaba muy bien con mi hermana Candela, quizás porque era un poco más pequeña que nosotros, ya que Candela tiene dos años menos que yo. A todos nos gustaba, pero tenía 10 años por entonces. Yo siempre decía que Violeta rompería muchos corazones cuando creciera. Lorena, entonces, me miraba con un poco de odio, porque perdía el protagonismo. Pero es que Violeta siempre fue mucha Violeta.

- Bueno, Lorena, mañana intentamos comer juntos, ¿te parece?
- Me parece una buena idea…no te rayes mucho hoy, y si me necesitas, ya sabes dónde me tienes. Bisus pequeño…
- Un beso…ciao…y gracias.

Lorena en mi cabeza, dándose de frente con Alba, pensamiento contra pensamiento, sentimiento contra sentimiento. Corazón domesticado. El peso de los años, las experiencias pasadas, todo. Todo se me amontonaba en la cabeza, sin llegar a ordenarlo.

Hice repaso de mi vida. Había cometido muchos errores. Supongo que por el ímpetu de la juventud. Había hecho daño a alguna que otra chica, aún sin querer. Pero aquello siempre me dolió más a mí que a ellas, estoy seguro. Paz, Gloria, Silvia, Sonia, Soledad…que me dejó porque se dio cuenta de que era lesbiana. Curiosidades de la vida, le planteé hacer un trío, el sueño de cualquier hombre, aprovechando la coyuntura, pero me miró con cara de pocos amigos, y entendí que no era la mejor opción. Moriría como tantos otros con las ganas de experimentar eso.

Llamé a mi madre para decirle que no iría a comer, que tenía cosas que hacer. No dije nada más. Pensaba acercarme un día con Candela por allí, como apoyo, para darles la noticia. No sabía si era buena o no. Era una sensación extraña. Esperaba que mis padres lo entendiesen. Ya le estaba dando demasiadas vueltas a la cabeza, tenía que empezar a hacer algo. Me apetecía escalar un rato, estar en la montaña. Me acordé de Jon, mi jefe.
Jon era el responsable de comunicación de la revista donde yo trabajaba, además de un buen colega. Le había conocido un día por casualidad, en una reunión de las federaciones de montaña de todas las comunidades autónomas, a raíz de una pregunta que hice. Al finalizar la charla, se me acercó y me dijo que era el redactor jefe de una revista de montaña, “Collado Sur”, y que necesitaba gente como yo para llevarla hacia arriba. Por entonces, yo trabajaba para una página web donde mi sueldo era bastante justo. Jon me dijo que hablaría con la directora de la revista, que no era ni más ni menos que Laura Rojas, una de las mejores alpinistas que había tenido España, y que por culpa de un accidente en el K2 había tenido que dejar de lado las expediciones. Con toda su experiencia, había decidido lanzar una revista más completa que las de la competencia, donde se trataban temas que eran tabús en la mayoría de las revistas, pues todas ellas pertenecían al mismo grupo de montañeros, y no eran todo lo objetivas que debían de ser. Así que Laura se jugó toda su carrera alpinística a una carta, y la jugada le estaba saliendo bien; estaba teniendo buena aceptación entre el público. Conseguí que Laura estuviese interesada en mi perfil, y me ofreció un buen contrato, escribiendo, probando material, y participando en diferentes expediciones cuando fuera posible. Un lujo de trabajo. Jon había conocido a su mujer hacía poco más de un año, y se habían casado dos meses atrás. Blanca, su mujer, era profesora de un colegio de primaria en Torrelodones, y hacía tan solo una semana que se había quedado embarazada.

Probé a llamar a Jon, a ver si les pillaba en casa, y nos íbamos a la montaña un rato, a despejar la cabeza:

- ¿Sí?-. Una voz medio dormida me cogió el teléfono. Era Jon.
- Jon, soy Jota, ¿Estás aún en la cama?
- Creo que sí…jejeje. Blanca se ha debido de levantar, porque no está a mi lado…
- Tío, tengo que hablar contigo…pero me apetece salir un rato a la montaña, a escalar un rato si eso, o patear, como veas…que se venga Blanca también, y si queréis comemos en El Escorial…Un poco de pateo por La Herrería…
- Bueno, no me parece mal plan…!Blanca! – Subió un poco el volumen de su voz, Jon. – Es Jota, que si nos vamos a patear por la zona del bosque de la Herrería.
Escuché a Blanca por detrás, de fondo, le apetecía la idea…
- Perfecto, dice Blanca que le apetece ver el bosque en esta época.
- Guay, pues os paso a buscar en una media hora…
- Ok, me daré prisa…hasta ahora…me dejas con la intriga, qué te traerás entre manos…
- Ya verás…hasta ahora.

Desayuné rápidamente y me fui a buscar a mis amigos. El domingo había amanecido igual de radiante que el sábado. Llevaba mucho tiempo sin llover, y eso no estaba bien. El cambio climático era evidente, a pesar de que muchas personas dijeran lo contrario, o no se quisiesen dar cuenta. Yo, siempre decía lo mismo, que el ser humano sólo reacciona en momentos límite, y que al no afectarle directamente el cambio climático, y no producirnos incomodidad, pues muy poca gente se involucraba y se concienciaba de verdad. Desde mi humilde posición, intentaba hacer todo lo que estuviese en mi mano para colaborar con el planeta, y además, intentar concienciar a todos aquellos que quisieran concienciarse. Mi coche estaba dentro de un plan de protección medioambiental. Había conseguido que se plantaran tantos árboles como fueran necesarios para paliar mi emisión de dióxido de carbono. Al menos mi conciencia estaba tranquila en ese aspecto, y siempre que salía al monte, llevaba una bolsa con la que iba recogiendo todos aquellos desperdicios que la gente sin escrúpulos iba arrojando.

Jon y Blanca subieron al coche, y por el camino charlamos un poco de todo lo de siempre, hasta que Jon me dijo qué era eso que tenía que hablar con él:

- Tengo una hija.
- ¿Cómo?-. Dijo Blanca. – Pero si no os ha dado tiempo a Lorena y a ti…
- No es de Lorena…es de su mejor amiga.

Les conté la historia y se quedaron tan sorprendidos como yo. Era una historia de película. Pero se alegraron enormemente.

- Tienes que presentárnosla, Jota, así podrá cuidar de nuestro peque cuando nazca -, dijo Jon.
- Tú cómo estás…- preguntó Blanca.
- Bueno, es una situación nueva, y me estoy adaptando. De momento, aparte de mis amigos de la infancia y mi hermana, sois los únicos que lo sabéis. Ni siquiera se lo he dicho a mis padres. Mi madre va a querer conocerla en cuanto se lo diga, como si la viese…
- Cuenta con nosotros para lo que sea, Jota, ok?
- Gracias Blanca, gracias.

Pasamos el día recorriendo uno de los bosques más bonitos que conocíamos cerca de casa, y que además, en esta época del año estaba especialmente hermoso. Sobre las dos de la tarde nos fuimos al alto de la cruz verde, que estaba repleto de motos, y comimos allí . Estuvimos hasta cerca de las cinco, y llegamos a casa de Jon y Blanca una hora más tarde, por el atasco que se formaba para ir a ver el árbol donde dicen que se apareció la Vírgen María hace algunos años, en El Escorial. Una fe rigurosa la que se veía en las caras de los que por allí se movían.
Me invitaron a pasar la tarde viendo el video de su viaje de novios, que no había visto, y que siempre me habían dicho que me iba a sorprender. Habían estado recorriendo Australia, con una furgoneta que habían alquilado. La verdad es que en el video aparecían algunas de las zonas con las que siempre había soñado ir a ver. No era el típico video de viaje de novios, porque ellos no eran la típica pareja, y eso era lo que más me gustaba de ellos. Teníamos gustos muy parecidos, y Blanca se había aficionado a la escalada una vez que se vino con Jon y conmigo. Desde entonces, había subido muchas cumbres con nosotros, y el viaje lo había preparado ella, para que fuera una sorpresa para Jon, al cual le había encantado. Incluso habían estado en Tahilandia, donde escalaron a pie de playa. Increible.
Entre unas cosas y otras, viendo videos, fotos, y charlando, se nos hizo la hora de la cena. Pedimos unas pizzas y sobre las doce me fui a casa.

Tardé en dormirme, dándole vueltas al día, pero en mi cara se empezaba a dibujar una sonrisa…

2 comentarios:

Alía Mateu dijo...

Ya te dije.. crítica del New York Times. jajaja.

Es bestial Juanjo.

Marina Feduchy dijo...

Esto tiene un don, lo que no sé es dónde. ¡Pero mola!