martes, 3 de noviembre de 2009

Tengo una hija.

- Esta es mi hija Lucía,- dijo Alba.
- Hola...soy Lucía.
- Ahora es cuando os tengo que contar toda esta historia:

“¿Recordáis el verano del 94? Aquel verano fue mi último verano aquí. Me quedé embarazada, sin darme cuenta, hasta que fue demasiado tarde. Era ya septiembre y no sabía qué hacer, y se lo conté a mi madre. Mi madre me apoyó completamente, y me dijo que hablaría con mi padre para buscar una solución. Pero aquella solución era bastante complicada por entonces, y mi padre tampoco estaba muy convencido de que aquello saliera bien. Las cosas se tornaban difíciles, y a mi padre le habían ofrecido hacía unos meses trasladarse a Asturias a trabajar. Así que retomó las negociaciones con su empresa y le trasladaron allí. Ese año no empecé el instituto a tiempo. Llegué a primeros de noviembre a un instituto nuevo, donde no conocía a nadie, y donde tendría que pasar al menos los siguientes ocho meses. Como mi embarazo. Al final, estuve allí hasta semana santa. La tripa se me empezaba a notar mucho, y mis padres hablaron con el instituto y lograron que me hicieran los exámenes antes de dar a luz, y así evitar después males mayores. Aprobé sin mayores problemas, y a partir del año siguiente, las cosas fueron algo más duras. Pasé aquel verano entre la casa de mis padres y la playa, junto con Lucía y mi madre. Era mi único apoyo allí, aunque tenía algunas amigas que se interesaban por mí. Lorena y Jota me seguían escribiendo, pero nunca me atreví a contarles nada. Era una situación muy difícil para mí. Al curso siguiente, se me hizo cuesta arriba todo. La relación con los compañeros, mi papel de madre, la distancia de mi ciudad, Madrid. Cuidar de Lucía, a veces, me podía, y si no hubiese sido por mi madre, que ha sido como una segunda madre para Lucía, no hubiese podido con todo. Afortunadamente, siempre se me dio bien estudiar, y conseguí ir aprobando todo con buena media. Así, en selectividad, conseguí la nota suficiente como para hacer Medicina.
Lucía ya tenía por entonces 3 años, y la universidad me quitaría más tiempo. Pasaba muchas horas fuera de casa, y conocí a un chico en la facultad. Me recordaba mucho a ti, Jota. Supongo que siempre te tuve presente, eras la persona que me faltaba al lado. No le conté nada de Lucía, hasta pasado 3 meses. En aquel momento, cuando se enteró, nuestra relación se enfrió mucho. Tanto, que al final el decidió dejarlo. Me sentí muy sola, y comprendí que iba a ser muy difícil conocer a una persona que hiciese de padre de Lucía. Al mismo tiempo, Lucía empezaba a preguntar qué había pasado con su padre. Al principio, le decía que su padre estaba en una ciudad que pronto ella conocería. Yo tenía inmensas ganas de venir a Madrid, pero al final, nunca lo conseguí. La facultad pasó muy rápido para mí. De vez en cuando me quedaba a alguna fiesta que hacían, pero intentaba ir siempre a casa de mis padres, pues allí también había que echar una mano. Mis compañeras de facultad se portaron estupendamente cuando les conté que tenía una hija. Vinieron un fin de semana y todo a conocerla, a Pravia, y estuvieron encantadas. Se llevaban muy bien con Lucía. Cuando estábamos finalizando la carrera, el hospital de Gijón nos ofreció un hueco a algunos de los que estábamos con algunas asignaturas. Hablé con mis padres y con Lucía, y a todos les pareció bien la idea de que trabajara allí. No les hizo tanta gracia que les propusiera irme a vivir a Gijón. Pero necesitaba independencia, sentirme viva. Lucía ya tenía casi 10 años, y ahora me tocaba empezar a vivir a mí un poco. Ese mismo año, en 2003, a finales, a mi padre le diagnosticaron un cáncer. Fue un mazazo para todos, menos para mi padre, que se lo tomó con mucha entereza. Fue él el que hizo que todos tiráramos para adelante. La casa rural marchaba muy bien, y eso posibilitó que mis padres también se mudaran a Gijón, aunque a unas cuantas calles de mí. Así pasé aquellos años, trabajando en el hospital, estudiando lo poco que me quedaba para licenciarme, y saliendo algunos días con mis amigos de allí, mientras mi madre y mi padre cuidaban de Lucía.
En el verano de 2006 fuimos a Francia, y allí conocí a Philip. Estuvimos juntos hasta el año pasado, y ha sido lo más cercano a un padre que ha conocido Lucía. Pero la relación terminó y no hemos vuelto a vernos más que un par de veces. Mi padre vivió con mucha intensidad aquellos años en Gijón. Sabía que una de las decisiones más duras e importantes de su vida había sido trasladarnos allí, por mí, y después, por Lucía. A principios de este año, mi padre empeoró. El tratamiento que estaba siguiendo para el cáncer ya no era efectivo, y el tumor se había empezado a extender. Murió el dos de junio. Mi madre aguantó con entereza todo el verano, pero sentía que estar allí, en Asturias, ya no tenía sentido sin mi padre. Por otro lado, Lucía quería conocer a su padre, y pensé que ya había llegado el momento, que ambos, padre e hija, estarían preparados. Así que le dije a mi madre que nos volviéramos a Madrid. Estuve moviendo hilos y conseguí que me dieran el traslado al Hospital de puerta de hierro. Pero no me lo podían dar hasta Noviembre, es decir, hasta ahora. En este tiempo conseguimos traspasar la casa rural de mis padres, y ya sin lazos en Asturias hemos decidido volver…y bueno, esa es más o menos la historia.
Sé que os tenía que haber contado esto antes, pero nunca me atreví, y luego ya no servía de nada contarlo. Ahora, 15 años después, quizás todos estemos más preparados para todo esto…”

Alba me miró. Lucía no había parado de observarme desde que había empezado a hablar su madre. Toda esta historia me había dejado en un estado de aturdimiento completo. Sumaba fechas, restaba, hacía cálculos, y sólo me salían dos resultados; o Alba me había puesto los cuernos, o Lucía…Alba me interrumpió en mis pensamientos.

- Jota…Lucía es nuestra hija.

No podía creerlo. En quince minutos había pasado de tener una vida medio estable a tener una hija. Me dio por reir. La impresión no me dejaba hacer otra cosa. Miré a Lorena, que tenía una cara de alucine increíble.

- Joder!! – Acerté a decir. - Estoy flipando!. Lucía…me gusta el nombre.

Fue lo último que dije. Noté un calor inmenso y me desplomé al suelo.

3 comentarios:

Alía Mateu dijo...

Enhorabuena, jajaja, ya eres padre.

Abigail LT dijo...

Felicidades!!!!!!

:D

Anónimo dijo...

Cualquiera en esa situación hubiera caído desplomado.