viernes, 12 de febrero de 2010

Vuelve el libro sin nombre!!! Capítulo 7. Dudas

Al día siguiente me desperté tarde. Mierda, otra vez que llegaré tarde al curro. Desayuné todo lo rápido que pude, y en media hora estaba metido en el atasco de bajada a Madrid. A las 9 de la mañana estaba en la puerta. Bendita moto, pensé. Jon me vio entrar y sonrió, a pesar de mi media hora tarde. Entre el día de ayer y esta mañana, tenía un buen día. Nos había llegado un nuevo equipo de esquís de travesía para testar, junto con una invitación para ir a la fábrica y esquiar en la zona, y en vez de dármelos, había decidido probarlos él. Iría con Blanca, para devolverle la sorpresa del viaje de novios. Esta vez no me dio envidia, ya que yo tenía demasiadas cosas en la cabeza como para irme a Suiza a probar esquís. Además, recordé que María nos había invitado a todos el sábado a su casa, y si me iba a probar los esquís, no podría acudir a la reunión. Supongo que era un guiño de ojo de Jon hacia mi situación. Encendí el móvil, que no le había prestado atención hasta ese momento, y me llegaron llamadas perdidas de mi madre, como no, Lorena y Alba. A media mañana llamé a Lorena por si quería que comiéramos juntos. Aceptó, y quedamos en un restaurante del centro. Aproveché también para llamar a Alba, y decirle si tenía la tarde libre. Me dijo que hasta el jueves no empezaba a trabajar, y que si quería podíamos quedar para merendar los tres, junto con Lucía, y luego cenar nosotros dos. Me pareció correcto, y quedé con ellas en un conocido sitio de meriendas cerca de donde vivían ahora, con su madre, a las afueras de Madrid, en el noroeste.

Cuando vi a Lorena entrar por la puerta, me tranquilicé. Había estado toda la mañana dándole vueltas a todo, y me apetecía que ella me diese su opinión al respecto. Lorena era una persona que no dejaba de sorprenderme. Recuerdo que de pequeños, no la soportaba. Era guapa, pero se creía por encima de todos, por ser tan guapa. Nos llevábamos y punto. En la recta final de aquel verano con Alba, empecé a conocerla más, por ser la mejor amiga de Alba, y me di cuenta de que tenía mucho guardado detrás. Por entonces, tampoco le gustaba la montaña, ni siquiera a mí, aunque todos montábamos en bici bastante. Era nuestro medio de transporte. Cuando nos encontramos por casualidad volando hacia Ginebra, y me contó que vivía en Liechtenstein, me quedé maravillado. Luego, cenando, me contó que se había enamorado de un suizo, y que se había ido con él allí a vivir, pero la cosa no funcionó. Para entonces, ella se había enamorado de aquella ciudad, y decidió instalarse allí. Su trabajo le permitía hacer esas cosas. Debido a aquella relación, empezó otra relación con la montaña, y todas sus variantes. Su novio de entonces había conseguido iniciarla en escalada, esquí, snow y parapente. Aficiones muy comunes a las mías habían mantenido aquella noche un alto grado de interés por partes iguales, y alguna vez habíamos escalado juntos, en Madrid, y otras en escuelas de Suiza. Incluso una vez nos fuimos a hacer escalada en hielo a Francia. Todo esto había pasado en unos meses, dentro de unas semanas se cumpliría un año de nuestro primer encuentro. Incluso había venido de acompañante a la boda de Jon y Blanca.

Lorena llegó con una sonrisa, como siempre:

- Hola pequeño, perdón por el retraso, aún no me hago a este estrés de la capital.

- Yo tampoco, por eso vivo allí arriba, fuera de estos ruidos…a ver si convenzo a Jon para que nos traslademos a una nave de Las Rozas que he estado viendo, porque esto nos mata a todos, incluido a él. Tendremos que hacer piña para ir a hablar con Laura.

Hacía poco más de un año habían ascendido a Jon. El puesto que dejó era el que yo ocupaba ahora. Mi nivel de vida había crecido en este último año, y había podido agenciarme con un chalet en las afueras de Madrid, cercano a Las Rozas. Desde entonces, había vivido bastante bien, había tenido mis historias como todos, pero no me podía quejar de mi nivel de vida.

Así que desde entonces intentaba que la redacción de la revista estuviese más cerca de casa, para así disfrutar de mucho más tiempo para mí. Jon y Blanca también vivían cerca de mí, aunque un poco más arriba, en Torrelodones. Recuerdo que cuando empecé a trabajar en la revista, los fines de semana nos íbamos juntos a escalar, y terminábamos de noche cerca de su casa actual, junto al río Guadarrama, que olía fatal, pero que nadie nos molestaba. Allí abrimos algunas vías que hoy todavía no hemos conseguido subir. Nos hicimos algún viaje que otro al pirineo, y sobre todo nos marcó la cumbre que hicimos en el Matherhorn, junto con Laura. Una reunión de trabajo poco habitual, pero que nos unió todavía más a todos.

- ¿Cómo has dormido esta noche?-, me preguntó Lorena.

- Bueno, la verdad es que ni me he enterado, incluso me he dormido un poco más de la cuenta.

- Pues esta noche no ha sido mi culpa-, sonrió Lorena.

- No podría soportar otra vez aquella alarma…- sonreí.

Una noche que me quedé en casa de Lorena, nos despertó a las 4 de la mañana un tremendo pitido. Nos levantamos de un salto por el susto, y empezamos a buscar qué era lo que sonaba. Descubrí que salía del sensor de humos de la cocina, y estuvimos unos 20 minutos intentando descubrir algo que estuviese provocando que saltase la alarma. Al final, decidí desconectar la alarma desatornillándola del techo, y nos fuimos a la cama a las 5 de la mañana. Esa mañana me quedé dormido más de lo habitual, y llegué tarde a la redacción. Por la tarde, Lorena me contó que habían ido los técnicos a verlo, y que habían descubierto un fallo en el mismo sensor, que se había quedado bloqueado.

El camarero interrumpió nuestra conversación, y pedimos la comida. Miré a nuestro alrededor. Ejecutivos almorzando solos en una barra como si fuese un bar. La soledad de la oficina, pensé.

- ¿Has hablado con Alba?

- He quedado esta tarde para merendar con ella y con Lucía…Lorena, ¿cómo ves tú las cosas?

- Bueno, la verdad es que todo esto es un poco sorprendente. De repente, así de la nada, aparece Alba de nuevo en Madrid…- Lorena permaneció unos segundos en silencio- . Te mentiría si te dijera que no tengo miedo de que vuelvas con ella, y más aún con Lucía en medio. Es algo que me deja un poco desubicada, pero si algo he aprendido en estos años es que las cosas ocurren por algo, y somos nosotros los que nos tenemos que adaptar al resto de las situaciones. Así que por mí no te preocupes, sea lo que sea lo que decidas, te apoyaré.

Me quedé pensando. ¿Realmente a Lorena le daba igual lo que pudiese hacer a partir de ahora, con Alba, o con ella?¿Estaba diciéndome que lo mejor era dejar que todo pasase? Quise ir más al detalle.

- ¿Quieres decir que no te importa que lo nuestro no siga hacia adelante? No sé, entiendo que estos meses no ha habido un gran compromiso, pero para mí eres importante…

Paré de hablar de golpe. Recordé anteriores situaciones. Siempre habían sido situaciones importantes con otras chicas, pero por una cosa u otra no habían seguido hacia adelante. Ahora, Lucía sí marcaba un punto de inflexión en mi vida. Ahora era padre, y quizás debía de tomarme en serio una relación. Alba había sido la persona más importante hasta hacía unos meses, en los que Lorena había sido la única persona capaz de mantenerme con ilusión. Lorena me leyó el pensamiento:

- Sé que otras veces ha salido mal todo, con otras relaciones que has tenido. Yo no estoy segura de que tú estés convencido de mí, pero por eso mismo no quiero ser ahora un impedimento en tu vida. Tienes que disfrutarla, y ser tú mismo. Pero…igual que te digo esto, te digo que creo en ti, que creo en nosotros, y que podemos seguir adelante…

Me quedé pensando hasta que punto era importante Lorena. Le tenía mucho cariño, y todo estaba correcto, pero…Alba. Me daba miedo. Me daba miedo contárselo a Alba, que todo se acabara, tanto Alba como Lorena, que las dos al final salieran huyendo. Y Lucía viendo todo eso…no, no podía pasar eso. Pero teníamos que arriesgarnos a decírselo. Debería de contárselo a Alba.

- Tenemos que decírselo a Alba. Tiene derecho a saberlo, y aunque le duela, tendrá que aceptarlo. Mejor ahora que más tarde.

- ¿Estás seguro? Yo no sé si deberíamos…ahora nos llevamos bien, y a lo mejor perdemos la amistad…y si luego lo nuestro no funciona, será un problema…esperemos un poco más…

Noté por primera vez en un año dudar a Lorena de nuestra relación, aunque le quité importancia. Quizás toda esta presión nos estaba haciendo mella a los dos.

- Jota…¿y si esperamos un poco? Yo me voy el miércoles, y tendrás tiempo para pensar en Lucía, en Alba,y en mí.

Me quedé pensativo. La verdad es que no sabía muy bien qué decir. Por un lado, Lorena me estaba dando lo que quería, tiempo para pensar, pero por otro, me hubiese gustado que apostara más por ella, que se defendiera, que se interpusiera entre Alba y yo.

- Bueno, no te preocupes, Lorena, tiempo al tiempo, que los días sigan transcurriendo…¿no era eso lo que solíamos hacer?

Lorena deslizó su mano hacia mi mano. En cualquier otro momento, y en cualquier otra situación, habría apartado mi mano enseguida, pero en esta ocasión necesitaba sentir que estaba cerca.

Pedimos los postres, y cambiamos de tema. Salió a relucir la noticia que aquella mañana nos había sorprendido a todos, pero que yo no había querido prestarle mucha atención; una gran tormenta solar se había producido, y sus efectos se esperaban que llegasen a la tierra en un par de meses, afectando a las telecomunicaciones y a los satélites. Los medios de comunicación no habían parado de hablar de ello, y de hacer sus predicciones con periodistas teatreros que poco o nada sabían del tema.

Al despedirnos, Lorena me preguntó si iría al menos a despedirla al aeropuerto. Asentí, y le dije que el miércoles nos veríamos. Eran las 3 de la tarde, y el cielo amenazaba lluvia. Volví a la redacción de la revista, y Jon me estaba esperando. Teníamos que preparar la Segunda edición del Hielo Crash. Hacía un año habíamos creado este evento y había sido todo un éxito. La prueba consistía en una competición de escalada en bloque o Boulder, pero en una estructura de hielo. Habíamos diseñado para tal ocasión una especie de guante con chichetas, de unos 2 mm cada punta de la chincheta, de tal manera que se pudiese escalar sin piolets. Se permitían crampones, y el objetivo consistía en hacer una travesía de hielo, de unos 40 metros, en la cual no te podías caer, o tendrías que volver a empezar, y recorrerla en el menor tiempo posible. Los agarres en el hielo estaban más o menos marcados, y en las secciones de los techos, donde era más complicado, habíamos usado maderas para que se pudiesen agarrar en pinza. Allí no valía estar fuerte, aunque también era importante, sino ser ágil, cuidadoso, y rápido. El año pasado había ganado un completo desconocido del mundo de la escalada, y nos habían felicitado desde las grandes marcas por el evento. Y este año queríamos superar nuestro éxito. Era el mejor exponente para que la competencia, tan centrada en competiciones absurdas y sosas en rocódromos artificiales, se diese cuenta de que el público empezaba a confiar mucho en nosotros. Algunos de los mejores escaladores ya mostraban su simpatía hacia “Collado Sur”, y más de uno se ofrecía siempre para colaborar en nuestros cada vez más locos proyectos.

Nos llevó un par de horas decidir lugar y fecha concreta. Yo había sugerido que se hiciesen varias competiciones, tanto por edades y sexo, como por localizaciones, para poder llegar a más gente. Pero eso, hasta que no se lo presentáramos a los patrocinadores la semana siguiente, no sabríamos nada.

Cuando salí de la redacción estaba a punto de llover. El cielo teñía de un gris oscuro las calles de Madrid, y yo había quedado en una hora aproximadamente con Alba y Lucía. Me puse el casco, y me subí a la moto, deseando no mojarme. Quería pasar por casa antes, para darme una ducha y dejar la moto. La lluvia me caló hasta los huesos…

1 comentario:

Alía Mateu dijo...

Mi tener ganas de más