sábado, 3 de julio de 2010

J.F. Sebastian

Sentir cómo tu boca esboza una sonrisa, como tus ojos se agrandan, y tus pupilas se abren y se cierran rápidamente. Los poros de tu piel experimentan un aire fresco, como si estuvieses en un valle de Alaska, o en las praderas verdes que recorren algunos acantilados de Irlanda. Te sientes volar hacia algún lugar, dónde tus mejores sueños pueden por fin disponer de una banda sonora acorde a lo que siempre has imaginado. Tu mirada es incapaza de distinguir todos los sonidos y acordes que tus oidos recojen incesantes. Ves como Carlos percusiona sobre una ánfora de agua, o cómo Tobe acaricia las cuerdas de su bajo, mientras al mismo tiempo escuchas la viola de Dylan y la guitarra acústica de Chris, mezclados todos en una armonía perfecta, con un charango que tiene la suerte de colgar de las manos de Neevy.

Lo menos que puedes llegar a pensar es que ojalá existan muchas más personas en el mundo con las mismas energías y con la misma pasión que ellos. Por la música, por esta vida de la que todos somos parte de ella.

Gracias, amigos (si me lo permitís).

Larga vida....

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