viernes, 7 de agosto de 2009

De nuevo tres...


Ando de paso entre mis vacaciones, comenzaba otro relato que escribí hace tres años...

Ando de paso entre mis vacaciones, entre lugares que siempre quedarán en mi retina. Empiezo un viernes frenético, pensando en que todo y nada es posible, desde un arroyo en mis montañas preferidas, las de Madrid. Llego a casa, todo preparado, esperando una señal, que tarda en llegar, pero llega. Inicio así un viaje hacia mi interior, sin darme cuenta, camino del Océano Atlántico. No es a ti a quien voy a conocer, ni siquiera los lugares que visitaremos. Es a mí. Sin darme cuenta paso unos días que me van a marcar, que me van a ofrecer otra visión respecto a mi mismo. Además, te conozco a ti. Hablas, desde dentro, con miedo a lo que puedas expresar o sentir. Nos han marcado tanto personas de este planeta, que nos preocupa, aún sin darnos cuenta, de que sí nos importa lo que pueda pasar. Somos humanos, y nos han enseñado eso. Me cuesta darme cuenta de todo, pero al final, una vez lejos de las olas y esas paredes que hemos subido, me doy cuenta de que, a pesar de todo, sigues siendo una campanilla, con alas para volar. Ahí tienes la libertad para poder hacer lo que quieras, incluso compartirlo conmigo.
Duermo en Madrid, lugar de paso entre tantos y tantos destinos, cerca de todo y, a veces, tan vacío. Sueño que alguien duerme a mi lado y me da un beso en la mejilla al levantarse por la mañana. Gracias por cuidar de mí. Deshago y rehago la maleta, y otro destino en mi cabeza, esta vez, con ganas de llegar allí donde siempre quise. Más adentro...

El Norte nos recibe con sol, curiosamente, y una sonrisa de una niña francesa revive en mi recuerdos de tiempos pasados. Quizás el camino siempre es el correcto, aunque nos empeñemos en cambiarlo. Trepo, trepo y trepo, agarrado a una piedra que corta como un cuchillo. Una de las pocas veces que he sentido miedo real. Todo nace y muere, hasta el amor. El tiempo nos apremia, pero sólo si se lo pedimos. Y el otro tiempo, empieza a nublar los cielos. Es casi de noche, pero algo me llama a querer subir a dormir en la penumbra, rodeado de grandes picos. Tardamos en recorrer el camino poco más de hora y media, mientras que en la guía ponía 3 horas. Somos unos bestias, y un día nos pasará algo. Pero estamos allí, aunque la niebla no nos deja ver nada. Tan sólo escucho. Escucho el silencio, la brisa que envuelve algo enorme. Me duermo, o lo intento. Es como cuando de pequeño quieres ver a los Reyes Magos, y te pasas toda la noche despierto. Por fin amanece, y tan sólo un giro de mi cabeza me separa de él gran pico. Ojalá estuvieses a mi lado, físicamente. Mi cuello se dobla hacia detrás, contemplando la belleza extraordinaria del Urriellu.
Pero el cielo a veces es sensato, no como yo, y no me permite llegar hasta arriba. Las intenciones las dejé en el coche junto con las cuerdas y el material. Te esperaré, si ese es tu deseo. Regresamos al coche, y nos encaminamos hacia la playa, allí donde una vez dejé escrito en un papel mi teléfono junto con una nota que hablaba de tus ojos, mientras tú servías los platos que mi familia de adopción había pedido. Mi hermanita se partía de risa cuando me vio escribir aquella nota. Elegimos el otro chiringuito, pero como por arte de magia, de repente, apareciste, y me costó reconocerte, aunque esos ojos, pequeña, no se olvidan. Pregunté si eras tú, y acerté. Pero tú no creo que te llegues a enterar de esto, no te lo pregunté a ti...todo aquello se quedó en el pasado. Junto con muchas cosas...

El tiempo no acompaña, pero no impide que salgamos a cenar a aquel pueblo donde un río ha convertido el pueblo en una especie de encuentro de gente y gente y gente. No podría calificarles, puesto que hay de todo. Incluso yo mismo he vivido aquello. Pero no me gustó. Después de cenar una gran persona me hace un guiño, y consigo sacarla una sonrisa. Gracias a ti... Mi vida pertenece al sueño, después de dos días duros y uno casi sin dormir, así que me refugio en una cama de un hospedaje. Por eso de cambiar de aires. Sueño sorprendentemente con mi Latika, con gran cariño. Es imposible, seguro, pero me despierto feliz.

Madrugo, pero no para hacer surf, como me hubiese gustado, sino para cambiar de nuevo el rumbo. Hago repaso de lo aprendido, y me doy cuenta de que las canciones malas de cantautor me aburren. Que los molinos de viento son peligrosos para las aves, y que gastan más de lo que generan. Ya no me gustan, aunque seguiré diciendo que la primera vez que vi ese campo de estrellas rojas en el cielo, sentí algo hermoso. Que soy un triste, jajajajaja. Una vez me dieron el premio a la mejor sonrisa, pero la de verdad, es la que sonríe por dentro. Mira detrás de ti. Estaré sonriendo.

Camino de Valencia...aquí me encuentro.

"No sé cuántas vidas me quedan, pero en aquel momento, quería vivirlas todas con mi madre. Esquiar hacia arriba."

1 comentario:

Alía Mateu dijo...

De nada Peter.

Saes que tequielo mi amol. Y me preocupo.