lunes, 7 de septiembre de 2009

Monodedo de meñique...

Desde abajo, visualizo la vía. Parece dura. Demasiado dura. Pero estoy dispuesto a subir por ahí enfrente. Arriba del todo se encuentra algo muy preciado por mí; la libertad. La ausencia del miedo, la autosuperación, y la felicidad. Todas allí juntas, agarraditas de la mano, mirándome mientras se ríen como una hiena, hilarantes...

Hace meses que ando con este proyecto, anulando el resto de vías a mi alrededor. Centrándome en una SOLA vía de escalada. Estoy concentrado, empiezo. Primeros pasos con nervios, pero consigo llegar al primer seguro. Aún hoy no entiendo cómo. Sigo por una parte bastante fea, casi sin agarres, y cuando estoy a punto de caerme, de abandonar, engancho un buzón increible. No entiendo qué hace este buzón aquí. Es como si me hubiese hablado desde dentro del corazón con su voz. Muevo los pies, y en silencio, sigo subiendo, sabiendo que no voy a llegar más arriba. Pero de nuevo, unos ojos marrones verdosos, o verdosos marrones según el día, me miran. Y me agarro de nuevo a una regleta que creo que se va a romper en cualquier momento.

He llegado a la primera reunión, y el segundo largo, a pesar de lo que esperaba, resulta bastante fácil, y muy enriquecedor. Aprendo muchas más cosas sobre esta vía. Le miro a los ojos desde dentro, y noto que le gusta que esté escalando por allí. De repente, justo antes de la segunda reunión, engancho un cazo, y este resulta ser una trampa. Caigo un par de metros, pero me sujeto de la otra mano, por increible que parezca. Con pies de plomo llego a la segunda reunión.

El tercer largo parece ser fácil también, pero lleno de trampas. Agotador, muy continuo, y también enriquecedor. Curiosamente no veo si después de esta tercera reunión hay más largos. Temo por un momento que todo se vaya al carajo, y que esta vía no sea la adecuada. Pero en cuanto llego a la reunión, me doy cuenta de que hay mucha más escalada por delante, y no parece fácil...

Ayer conseguí llegar hasta un monodedo de meñique. Me hizo recordad a los hermanos Pou en su vía Orbayu. Pero esta vía es mucho más difícil. Es cambiante, sincera, risueña, y adorable. Pero también es el reto más grande al que yo me he enfrentado. A veces me dan ganas de tirar la toalla, y volver a esos V donde uno disfruta, como siempre, pero no se supera nunca, y como todas se pueden montar desde arriba, en la cima no hay ningún premio. Una putada, pero es así.

Así que aquí estoy, enganchado con mi meñique, haciéndome polvo, pensando si merece la pena el esfuerzo, aunque no se consiga...

Tú que opinas???

3 comentarios:

Abigail LT dijo...

El esfuerzo siempre merece la pena , eso no lo dudes nunca...

que foto madre mía!!


Buenas noches,

Beso.

LaNiñaMariposa.

Alía Mateu dijo...

Vértigo.

Unknown dijo...

AL final tendré que alejarme del proyecto, y que sea ella la que venga a mi...

Sí, como siempre, todo tiene que ver con el puto amor...